Jair Bolsonaro, el primer presidente derechista de Brasil desde la recuperación de la democracia, cumple un año en el poder con un balance que puede parecer negativo, por haber polarizado a la opinión pública, pero que muestra niveles de crecimiento económicos que son aplaudidos por la mayoría, particularmente por el desempleo que pasó, el último año, de 12,5 a 12,2% y la recuperación del real, que se ha visto reflejado en otras variables económicas que hacen que el país haya tenido el año pasado uno de los índice de inflación anual más bajo de la región, 4,31%, con una estimación del crecimiento anual del PBI para este año del 2,3%. A esto se suma, lo que se considera uno de los mayores triunfos diplomáticos de la gestión de Bolsonaro, como es haber conseguido que el gobierno de Estados Unidos haya dado oficialmente el visto bueno para que Brasil ingrese a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), relegando una posición que también era pretendida por la Argentina.


Todos estos signos de recuperación colocan en un segundo plano aquellos cuestionamientos que desde distintos ámbitos políticos se hacen al mandatario, que le está tocando la difícil tarea de gobernar con un Congreso en el que no tiene mayoría y que le ha frenado numerosas iniciativas con las que pretende conseguir un profundo cambio en la estructura social del país. Alguna de esas iniciativas, consideradas controvertidas por la oposición, generaron mucha polémica al momento de ser anunciadas tales como la eximición de responsabilidad a policías y militares en tiroteos con delincuentes y la de tildar de izquierdista a determinados textos escolares para promover su eliminación. Pero también envió un proyecto de financiaminto de las jubilaciones acorde con los aportes, no de efecto inmediato sino en un periodo prudencial. Bajar la inflación, recuperar la economía, aumentar el PBI y bajar la desocupación son los pilares básicos de la política del presidente de Brasil. 


Bolsonaro ha tenido hasta ahora duros cruces con un gran número de mandatarios de otros países, ya sea grandes potencias como Francia o países emergentes como Argentina. Con Emmanuel Macrón tuvo una "guerra de comentarios" que incluyó los cuestionamientos que el presidente francés le hizo por los incendios en el Amazonas, y con Alberto Fernández tuvo duros conceptos al ganar las elecciones, que luego se suavizaron en busca de consolidar las relaciones bilaterales. Esta particular forma de gobernar no le impiden exhibir los números positivos de las reformas que ha logrado hasta ahora en esta potencia emergente sudamericana, con indicadores que han presentado "buenas sorpresas", especialmente en los sectores de servicios, comercio y construcción, y que han hecho al país merecedor de formar parte del Foro Económico Mundial de Davos.