Es lamentable que los trabajadores deban salir a la calle a reclamar por sus derechos o que otros sectores de la comunidad lo hagan por justicia, pero también es contraproducente que esas protestas ocasionen caos y desorden en el tránsito perjudicando a mucha gente: Conductores y peatones que no tendrían que estar involucrados en estos actos y que terminan pagando las consecuencias de un desorden generalizado que exacerba los nervios y altera innecesariamente la tranquilidad que caracteriza a nuestra provincia.


Se ha hecho común que grupos de trabajadores -de empresas como ITEC, entre otras- se manifiesten frente a la Subsecretaría de Trabajo de la provincia, sobre la calle Santa Fe, o que haya marchas alrededor de la Plaza 25 de Mayo, por diversos motivos. Esto obliga a la Policía a cortar el tránsito de calles céntricas, para evitar posibles accidentes, provocando congestión vehicular en distintos puntos de la ciudad y peatones desorientados que no saben a dónde dirigirse para esperar un colectivo o tomar un taxi. También interrumpe el paso de ambulancias o de otros vehículos pertenecientes a servicios esenciales que deben alterar sus recorridos.


A fines de la semana pasada, a consecuencia de estos desórdenes, un vehículo que había sido desviado de su trayectoria atropelló a una mujer sobre calle Mendoza provocando la indignación de la gente que pasaba por el lugar. De la misma manera hubo otros incidentes en varias calles céntricas, que se podrían haber evitado, tomando conciencia de que los reclamos se deben hacer ante quien corresponda sin sacar a la calle a los trabajadores, con el riesgo de provocar duros enfrentamientos con los demás ciudadanos. Reclamar al gobierno por alguna medida que se crea necesaria está dentro de las garantías que ofrece la Constitución Nacional, pero hay que hacerlo por los canales correspondientes sin perjudicar al prójimo.


Como lo señalara un lector de este diario, indignado por la situación, no pretendamos emular con nuestras acciones a los grupos piqueteros o de manifestantes de Buenos Aires, que han hecho de este tipo de atropello un estilo de vida con el que justifican su dominio y su permanencia al frente de grupos de personas que se dejan llevar, sin tener en cuenta que existen otros método más efectivos para reclamar por una reivindicación laboral o pedir justicia.