Sólo en un país como la Argentina pueden suceder estas cosas. A pocas semanas de haberse elegido democráticamente un nuevo gobierno nacional, los sectores sindicalizados, movimientos sociales y grupos de piqueteros planean al día siguiente de la asunción de las autoridades salir a las calles a oponerse a las medidas que el nuevo gobierno prevé implementar en un intento por corregir la caótica situación económica, financiera y social por la que atraviesa el país. Se trata de los mismos grupos que, en su mayoría, han sido cómplices de la gestión de gobierno que está por salir y que han avalado durante años las medidas regresivas que han hecho que la Argentina haya caído en una dramática situación que ahora la coloca a las puertas de una hiperinflación o estanflación, como asegura la mayoría de los expertos en economía.

Los sectores que están promoviendo la ola de protestas deben comprender que la mayoría del pueblo argentino ha elegido a las nuevas autoridades para que busquen soluciones a la grave crisis del país, y no corresponde salir a condicionar medidas que se consideran convenientes con manifestaciones extemporáneas que responden a viejas recetas que ya han sido aplicadas y que no han dado resultados satisfactorios. Esos sectores deben reconocer la responsabilidad que les compete a ellos mismos -por más que hayan estado criticando algunas medidas del gobierno saliente- haber contribuido a que el país se encaminara hacia una crisis terminal de la que ahora habrá que salir con el máximo esfuerzo de todos, sin excepción.

Para ello hay que permitir al nuevo gobierno -con la autoridad que le ha conferido el pueblo argentino- que proponga nuevas líneas de acción distintas a las que se han venido trazando y que han hecho que el gobierno saliente deje un país con brutales desequilibrios fiscales y monetarios sin resolver. Entre uno de los temas más sensibles para la economía se ha determinado que el Banco Central tiene una deuda remunerada entre Leliq, Notaliq, la posición neta de Pases y Levids, entre otros instrumentos, que representa más de 3 bases monetarias y medidas adicionales a los pesos que ya están en circulación.

Todo esto forma parte del descalabro económico que ahora hay que intentar ordenar de una manera coherente, sin desconocer que implicará un gran sacrificio para el pueblo argentino que ha estado en las últimas décadas bajo la conducción de gobiernos que han dejado que las variables económicas se descontrolaran sin ningún tipo de corrección apropiada.

El descontento anticipado de la dirigencia sindical, junto a la de los movimientos sociales, ante las medidas que pueda llegar a anunciar el nuevo gobierno no deja de ser una muestra de intolerancia ante la derrota de un sector que, además de haber actuado en estrecha vinculación con el gobierno saliente, siente que ahora comienza a perder poder y que debe salir a recuperarlo declamando la difícil situación en la que se encuentran sus representados, a quienes pretenden utilizar en estas marchas que en este momento carecen de todo sentido.