A casi 20 días de que se iniciaron en Chile las protestas en contra de la administración del presidente Sebastián Piñera, desatando la crisis política y social más profunda desde el regreso de la democracia a ese país, no parece haber un acuerdo de partes que lleve a pacificar el panorama en busca de que la nación recupere su vida normal. Los duros enfrentamientos entre representantes de distintos sectores de la comunidad con las fuerzas de seguridad, que hasta ahora llevan un saldo de 23 muertos y miles de heridos y detenidos, no han servido para detener las manifestaciones y por el contrario han intensificado los focos de conflicto a lo largo y ancho del país. Es tan delicada la situación por la que atraviesa Chile que acaba de perder la posibilidad de que en su capital se juegue la final de la Copa Libertadores de América, entre el Flamengo de Brasil y River Plate de Argentina, entre otros aspectos vinculados con la vida normal de los chilenos. De todas formas, el presidente Piñera sigue sosteniendo que no dejará el cargo y que está dispuesto, inclusive, a una reforma de la Constitución si se la considera conveniente.


A poco de que los sectores de la clase media, junto a jubilados y estudiantes iniciaran las manifestaciones en reclamo por la falta de igualdad económica y social, el presidente chileno lanzó una serie de medidas en procura de revertir la situación, pero nada fue suficiente para calmar a esos sectores que se sienten seriamente afectados.


Desde el inicio de las protestas, desencadenadas por un aumento en el precio del transporte público de pasajeros, los reclamos se han concentrado en las principales ciudades del país, incluyendo la capital, Santiago. Si bien todos los días hay concentraciones con exhibición de carteles y pancartas alusivas, los lunes de cada semana se realizan los denominados 'superlunes'' o "cabildos'', manifestaciones masivas y tumultosas que hacen que la situación sea más tensa.


Piñera sigue sosteniendo que el hecho de haber sacado el Ejército a la calle para controlar la situación es lo mejor que pudo hacer, pero la mayoría de la población no está de acuerdo con que ese haya sido el camino más apropiado para solucionar este conflicto interno.


De ahora en más, el mandatario deberá acelerar la toma de decisiones a fin de lograr la necesaria paz social, que otorgue la posibilidad de dialogar con todos los sectores para dar forma a un nuevo Chile que esté basado en un gran acuerdo social y político, que le posibilite continuar gobernando.