Desde hace cinco meses, la población de Chile no conoce lo que es vivir en paz. Primero fue el estallido, producto de una serie de demandas por parte de los sectores más postergados de la sociedad, que provocó una ola de disturbios y caos generalizado en todo el país. Esta situación comenzó a normalizarse con la promesa de que el 26 de abril próximo se realizaría un plebiscito constituyente, que ahora está en duda por los embates de coronavirus, que ha colocado a Chile junto a Brasil como los países latinoamericanos más afectados por la pandemia.


Durante las protestas sociales que se iniciaron en octubre del año pasado, las calles de Santiago como de otras ciudades del país se convirtieron en campos de batalla entre los manifestantes y las fuerzas de seguridad, especialmente el cuerpo de carabineros. Fueron jornadas muy duras en las que los reclamos por las desigualdades sociales ganaron las calles provocando 31 muertos y más de 11.000 heridos. Este fenómeno incidió negativamente en la vida nacional desatando una crisis generalizada que repercutió en la industria, el comercio y hasta en el turismo.


En pleno proceso de pacificación del país, cuando se pensaba que todo se estaba ordenando, a fines de enero último se comenzó a hablar del coronavirus. No pasó mucho tiempo sin que se conociera que Chile y Brasil encabezaban la lista de países latinoamericanos más afectados, al punto de llegar a establecer la necesidad de decretar el Estado de Excepción Constitucional de Catástrofe, algo que le permite al gobierno de Piñera, además de alertar debidamente a la población sobre el virus, disponer de recursos para adquirir insumos en la lucha contra la pandemia.


Si bien la emergencia rige para todo el país, hay zonas más afectadas que otras, como la ciudad de Chillán, capital de la Región de Ñuble, donde residen unos 200.000 habitantes y se registra uno de los brotes epidemiológicos más importantes en proporción al número de habitantes. Se ha establecido que quien introdujo el virus fue un joven de 29 años, procedente de Perú, que ingresó al país y tuvo una gran actividad social antes de aislarlo sanitariamente.


Por estos días las autoridades de Chile, encabezadas por su Presidente, tratan de recuperar el tiempo perdido en la lucha contra el coronavirus y no descartan una cuarentena nacional, a fin de intentar cortar con la propagación del virus, que ya ha contagiado a más de 342 personas.


A pesar que los chilenos están acostumbrados a grandes catástrofes como las que producen los terremotos, en esta ocasión se enfrenta a dos golpes muy duros que han debilitado los cimientos en los que se sustenta el país