En 2019 el mundo se vio sorprendido cuando la pacífica y próspera Chile estalló en un caos de violencia callejera. Barricadas ardiendo en las calles, incontables y severos daños a la propiedad privada y pública, paralización de las actividades, incendios de edificios. El motivo aducido era la suba del boleto del transporte subterráneo de 800 pesos chilenos a 830. No representaba una causa que por sí excitara descontentos como para sumergir al país en el desorden, indefensión y angustia. Imágenes en vivo narraban la presencia de escasas personas lanzando objetos incendiarios, dando o recibiendo directivas, además de moverse con una destreza propia de algún género de preparación. La situación se fue agravando al multiplicarse las quemas de estaciones de subte y ómnibus, saqueos de supermercados, además de ataques a instalaciones públicas. Fue cuando el gobierno del entonces presidente Piñera decreta el estado de emergencia, desplegando militares, con toque de queda incluido. En tal clima de agitación, daño y agresión, las calamidades ineludiblemente vienen yuxtapuestas: durante las protestas fallecieron al menos 18 personas. El gobierno, más allá de todo su desempeño anterior y posterior, quedó con una imagen muy menoscabada, asociada a la anarquía, impotencia e incertidumbre. En las posteriores elecciones presidenciales de 2021 triunfa Gabriel Boric, con ideas y propuestas en contraposición diametral al gobierno saliente. Mostró desde el inicio una tolerancia, rayana en la permisividad, con grupos ultraviolentos mapuches. Inclusive, promovió una reforma constitucional en la que cedía soberanía a estas agrupaciones. En septiembre de 2022, el 62% de los chilenos rechazó modificar su constitución, al menos en el sentido impulsado por Boric.

Y nuevamente, noticias originadas en el país vecino llegan a conturbar cualquier ánimo. Bandas criminales extranjeras perpetran delitos inusuales, que han dejado a la población, fuerzas de seguridad y justicia en estado de estupefacción. Se trata de secuestros extorsivos, sicariato, tráfico de personas, entre otros. Impacta sobremanera la mutilación minuciosa de cuerpos encontrados sin vida, que en realidad son ostensibles "mensajes" a la sociedad. Una vez que los copiosos recursos del narcotráfico posibilitan consolidar una estructura criminal, resulta muy dificultoso desmontarla, al punto que llegan a poner en jaque a los mismos estados. Sin embargo, la respuesta del presidente Boric ha sido poner su acento en insistir con una reforma constitucional, lo que fue resistido hace menos de un año. Este 7 de mayo fue todavía más contundente el rechazo, las fuerzas antagónicas al presidente arrasaron, logrando obtener una mayoría suficiente como para imponerse por sí mismas. Tal presión sobre el tema de la modificación constitucional, pareciera más una evasión del tema que en realidad agobia a la sociedad, que es la violencia que se cierne sobre todos los chilenos. Y toda violencia organizada, sin excepción, aspira a doblegar y someter.