Se recuerda mañana el Día Internacional del Trabajo, no es un día festivo sino conmemorativo porque en esta fecha anual no hay nada para festejar, pero tiene gran significación. Fue el punto de partida para reconocer los derechos básicos del trabajador en materia de salud, alimentación, vivienda y seguridad social. Se rememora el inicio, en 1886, de una huelga reivindicativa de la jornada laboral de ocho horas, salarios dignos, libertad de reunión y condiciones seguras donde realizar las tareas.


Con la explosión de la revolución industrial, en la última parte del siglo XIX, la humanidad comenzó un vertiginoso crecimiento que dio lugar a la expansión fabril, y sin leyes que regularan el empleo las jornadas laborales eran extenuantes, inhumanas, en instalaciones insalubres. La muerte era parte de la rutina de 12, 16 y hasta 18 horas diarias.


Esta penosa situación comenzó a generar movimientos sociales contra un modelo económico y laboral opresor del sistema capitalista en las naciones desarrolladas. Los hechos protagonizados por los "mártires de Chicago", la ciudad estadounidense donde las protestas de 200.000 trabajadores hicieron cambiar al mundo el concepto del empleo con la dignificación de la relación contractual, tuvo trágicas consecuencias.


Increíblemente el feriado del Labor Day en EEUU no es el 1 de mayo, como en todo el mundo, porque el presidente Grover Cleveland lo impuso el 5 de septiembre para evitar que el 1 de mayo fuese un día de glorificación a los "mártires de Chicago'' y del movimiento socialista. Canadá hizo causa común y son las dos excepciones en la recordación internacional más significativa asociada al esfuerzo de la persona humana.


La próxima revolución en el campo laboral puede ser con los robots ocupando puestos de trabajo, anticipan los especialistas. Las máquinas están tomando el control de cadenas de producción y automatización de tareas y esto inquieta en la Unión Europea que ya está pensando cómo regularlo.


Bill Gates pide que los robots, y las compañías que los instalen, tengan las mismas obligaciones fiscales que los humanos porque será la mayor fuerza laboral en 2030.


Pero los robots y la inteligencia artificial podrán realizar trabajos en serie y con mayor productividad, eficiencia y deteniéndose sólo para mantenimiento, pero nunca podrán reemplazar al hombre. Las máquinas carecen de sentimientos y el trabajo requiere lógica, inventiva, comprensión y ética que no tienen las máquinas, aunque vengan a nuestro encuentro para servirnos en un restaurante, por ejemplo.