Se podría entender a internet no como una forma de comunicación, sino como soporte de plurales posibles formas de interacción. Resulta notable cómo constantemente en la red se van generando alternativas, que aunque de ninguna manera todas tienen éxito, muchas sí se consagran. Los ciclos de vigencia de cada nueva opción son variables, dependiendo de la interacción de incontables factores. Lo que sí resulta evidente es que hay servicios en la web que encuentran su equilibrio, pero otros registran picos inusitados de convergencias, pero a los que debe aplicarse un criterio ad hoc al momento de ser valorados. Que alguien tenga diez mil seguidores en alguna red social, en modo alguno significa que ese número vaya a dedicarse a escrutar todos los contenidos subidos de dicha cuenta. Dado el promedio de interacción por usuario sería imposible. El universo de "seguidores” que posibilita internet es relativo, de configuraciones fugaces y se refiere más que nada a la posibilidad de acceso para observar contenidos. El criterio de audiencias y lectores habituales pertenece más al orbe de los medios de comunicación tradicionales, inclusive en sus servicios web. No obstante, hay cifras que abruman, como algunos videos observables en YouTube, con varios cientos de millones de visualizaciones.

Tal vez por el impacto que producen estos guarismos, es que algunos conjeturan influencias ilimitadas. Justamente, a quienes gozan de protagonismo en redes sociales y cantidades considerables de seguidores se los ha denominado "influencers”. Y los hay de tan diversa naturaleza como dispar es la fauna humana. Están quienes generan y difunden contenidos verdaderamente interesante y útiles, hasta quienes tienen la dudosa habilidad de no aportar absolutamente nada y ni siquiera entretener. Pese a todo, se trata de la marea mudadiza que emerge de internet, la que se va depurando por sí, como debe ser. No obstante, las cifras astronómicas, como siempre suele suceder, concitan diversas focalizaciones. Precisamente Francia ha anunciado recientemente el inicio de una consulta pública, a fin de regular a los influencers. Se lleva a cabo bajo el argumento de que dichas personas suelen realizar recomendaciones de productos comerciales, sin a veces mencionar que perciben remuneración por ello. De ser esta una práctica usual, se podría encuadrar dentro del régimen de publicidad que rige a los medios de comunicación, no teniendo por qué regularse un ámbito como internet caracterizado por la libertad. Es decir, el Estado francés da a entender que esto es para evitar que se "engañe” a los usuarios. Es de imaginar la burocracia que sería menester para controlar un estimado de 150.000 influencers que ese país tiene. De esta manera, Francia, otrora cuna de libertades, estaría sentando precedente para que otros Estados siguiesen el mismo camino, con diversos alcances y propósitos. Occidente no puede dar pasos hacia atrás en materia de libertad de expresión, se trataría de una involución declinante.