En el ámbito político se ha planteado una discusión en torno al proyecto del Gobierno nacional de actualizar la ley migratoria, para endurecer los controles fronterizos a fin de conocer los antecedentes penales de quienes ingresan al país con el propósito de establecerse entre nosotros.

La iniciativa oficial ha sido recibida con apoyo frente al ingreso irrestricto que incluye a gente que viene directamente a delinquir y, por otro lado, el rechazo de sectores de la oposición que se amparan en la letra constitucional que abre el país "para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino", o ven ideológicamente a la idea como una restricción xenófoba.

La verdad se basa en una realidad palpable, porque en la Argentina no se cuenta con información para conocer si un narcotraficante u otro tipo de delincuente ha cumplido una condena en su país, ni tampoco el perfil contenido en su portuario.

El único impedimento es un pedido de captura a través de Interpol. Es decir no se trata de estigmatizar a nadie ni aplicar políticas como un país cerrado sino controlar el ingreso de inmigrantes con antecedentes penales, que no deben ser bienvenidos.

Pero también es necesario actualizar la legislación no sólo para saber quién viene a vivir aquí sino para agilizar los procesos judiciales para la expulsión de la persona que delinque.

La morosidad tribunalicia es tal que se refleja en un caso paradigmático. "Marcos", el narco peruano Marco Antonio Estrada González, no se lo puede expulsar desde hace ocho años, lapso en que salió en libertad condicional, volvió a caer y todavía la Justicia no se expide.

Por eso es importante disponer de reglas claras y acuerdos bilaterales para actuar preventivamente frente al que elige a la Argentina como lugar para delinquir gracias a la permeabilidad de los controles fronterizos y los vacíos legales.

Esto no tiene nada que ver con el espíritu constitucional, ya que la república en sí es obra de quienes llegaron a engrandecerla. El propio presidente Mauricio Macri ha sido claro: "Yo soy hijo de inmigrantes y necesitamos seguir recibiendo gente que quiera construir esa Argentina que soñamos".
Es que no se trata de combatir la inmigración sino de frenar a la delincuencia.