El cambio climático y la acción del hombre está alterando de tal manera los ecosistemas que ahora también está en riesgo la alimentación por la eliminación de las especies que polinizan, la concentración de la producción en pocas especies y el accionar de los mercados. La advertencia a todos los países e instituciones involucradas en la defensa de la ecología fue lanzada en el reciente informe del ente de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
La organización mundial generaliza el problema, pero para nosotros hay dos datos importantes que resultan relevantes para la agricultura argentina. La FAO observa que el trigo es uno de los cereales más afectados por el cambio climático y con menos minerales y vitaminas necesarios para una buena nutrición. Es una de las nueve especies de plantas cultivadas que representan el 66% del total de la producción de cultivo de 6.600 especies en todo el mundo.
Por otra parte, la producción ganadera mundial, que se basa en 40 especies con más de 7.700 razas locales registradas, y tiene una cuarta parte en peligro de extinción. También hay casi un tercio de poblaciones de peces sobreexplotadas. En este contexto, si aparece una peste que acaba con animales y plantas, es necesario ir al origen de las especies, pero sin ellas a los científicos les resulta imposible recomenzar el proceso. Por eso se recomienda la conservación de las especies en granjas, la preservación de los bosques naturales y reducir la aplicación de agroquímicos y la expansión del área cultivable.
Otras especies imprescindibles para los sistemas agrícolas como polinizadores, organismos del suelo e insectos que ayudan a controlar las plagas, están desapareciendo con rapidez, al igual que bosques, pastizales, manglares, arrecifes de coral y humedales en general, dice el informe. Pero la pérdida de biodiversidad no sólo está asociada al cambio climático sino también a la urbanización, el crecimiento demográfico y hasta las preferencias de los consumidores que alteran los mercados.
Pero frente a este panorama preocupante, están los países entre ellos Argentina- que emplean más prácticas sostenibles como la agricultura orgánica, el manejo integrado de plagas, la agricultura de conservación, la agrosilvicultura, la agroecología, la diversificación agrícola y la restauración de los ecosistemas. Es decir, la cooperación entre sectores y el avance de la ciencia y la tecnología pueden compensar también los efectos devastadores de la pérdida de biodiversidad.
