Importar vino para abastecer la demanda doméstica como hicieron algunas bodegas líderes, es tan insólito como la importación de petróleo en Venezuela. Salvando distancias, el ejemplo es válido porque reflejan crisis agravadas por los años como la vitivinícola.
En nuestro caso se buscan soluciones fáciles, el sálvese quien pueda, sin encontrar equilibrios para absorber grandes excedentes de cosecha determinante de bajos precios, o la escasez de materia prima por la caída de un 20% en la reciente vendimia, la más baja de los últimos 30 años. Todavía no existen datos definitivos, pero todo hace suponer que la disminución puede ser mucho menor.
Los desfasajes antes se cubrían con los excedentes, pero eso terminó y con menor producción y precios congelados durante tres años, se revirtieron en 2016 en favor del bodeguero; a la vez hubo una caída del 10% en el consumo. Pero los factores que llevaron a esta crisis van mucho más allá de los climáticos: en la era kirchnerista los costos impactaron en la rentabilidad y la política cambiaria frenó las exportaciones hasta dejar de ser competitivas sin compensar el valor del dólar.
Los insumos se ajustaron desmesuradamente en tanto la alta inflación y con ella la caída del poder adquisitivo en el mercado interno se reflejó en las economías regionales. Según el Observatorio Vitivinícola, entre enero y octubre de 2016 (último dato disponible), los despachos de vinos fraccionados totalizaron 787 millones de litros, lo que representó una caída interanual del 8%, el peor registro en más de una década.
La recuperación del sector no es fácil, aunque las condiciones políticas se presenten favorables frente a una facturación global del mercado que se achicó en más de 3000 millones de pesos en los últimos años. Por eso, si se controla la inflación y se recuperan los salarios, el consumo interno debe mejorar, pero el problema es la exportación.
El Gobierno nacional apunta a una mejora de la competitividad por vía indirecta, es decir, bajando la carga impositiva, mejor infraestructura y menores costos logísticos, todas soluciones para mediano plazo. Mientras tanto, son los propios bodegueros quienes deben consensuar una salida en base a nuestros stock y evitar la nociva importación que daña la imagen de la "bebida nacional”.