Una de las mayores conquistas de la civilización ha sido la lenta pero sostenida incorporación del respeto en las relaciones entre personas, culturas y países. Indudablemente que las excepciones luchan obstinadamente por destacarse, y que los vaivenes culturales hacen dudar de que el respeto no se haya volatilizado súbitamente de las conciencias. Pero, por ejemplo, la esclavitud, otrora habitual, hoy provoca repulsa universal, y ello es el resultado del respeto por la condición humana. Se puede concebir al respeto como la consideración de la condición, derechos y situación ajenos o propios, con la dosis correcta de cortesía. Esa evolución gradual de la humanidad hacia una más provechosa y distendida interacción, no se logró por decreto gubernamental o real alguno en cierto momento de la historia. Ha sido resultado de una progresiva toma de conciencia por parte de cada persona y de las sociedades en general. Tomar conciencia es situarse ante sí mismo con actitud crítica, en disposición de autoescudriñarse con el fin de alcanzar una superación. Es un trabajo lento, terreno de vacilaciones e incomodidades incisivas, pero la toma de conciencia es paso ineludible en la evolución de la mente y el espíritu. Es claro que estamos también en el ámbito de la moral, donde se analiza lo que es correcto y lo que no, en miras del bien personal y colectivo. Pero igualmente es territorio de las religiones, de aquellas que sostienen preceptos para los procesos de conciencia que elevan al ser humano.

El Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo ha difundido un "Manual de recomendaciones del uso del lenguaje del fútbol". Está destinado a la cobertura periodística del Mundial de Qatar 2022, pero también a todas las personas que utilizan en forma inapropiada el lenguaje para significar contenidos. En su texto se sugieren recaudos por parte de comunicadores que a priori parecen resultar de difícil cumplimiento. Es el caso de "no difundir imágenes violentas, como patadas y disturbios…". Debería ser innecesario, pero ante tal afirmación es preciso dejar en claro que la prensa no tiene capacidad para predeterminar lo que va a suceder en un evento en vivo. Fuera de ello, ha llamado la atención, de manera acentuada y extendida, la sugerencia de "la no utilización de la palabra ‘negro’ o la construcción ‘piel oscura’, o similares". Hay algo notable aquí, y es que se daría por sentado que el tener piel oscura constituye algo negativo, cosa que evidentemente no es. Si bien alguien puede utilizar en modo peyorativo tales epítetos, también podría acudir a otro cualquiera, si la finalidad es insultar. Pero el dar por sentado que la condición de por sí resulta insultante, no debe ser compartido en modo alguno.

Pareciera que el foco estaría en las palabras que dicha institución considera aceptables y las que no. Porque un insulto depende más de la actitud que de la palabra que se pronuncie. Más en Argentina, donde "negro" se ha utilizado en la mayoría de los casos afectuosamente, en todo orden de interacciones humanas. Pero más allá de todo, si invariablemente prima el respeto como mediador, ninguna palabra podrá ser ofensiva.