Cuando el ex canciller uruguayo Luis Almagro asumió como secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), en mayo de 2015, uno de los objetivos de máxima que se propuso fue lograr el retorno de Cuba como miembro de las naciones que integran el organismo continental. Su ideología seguramente alimentaba el optimismo de torcer el rumbo dictatorial de La Habana, más en los últimos meses tras el fallecimiento de Fidel Castro.

Lo que no calculó Almagro es que el escenario político cubano no ha cambiado, aunque exista cierta flexibilización comercial por la recomposición de las relaciones con Estados Unidos y algunas prebendas para desarrollar pequeños negocios domésticos. Pero volver a la OEA significa girar hacia la democracia, incluyendo señales de tolerancia para quienes defienden el Estado de derecho, pero es impensable por ahora.

Esto lo comprobó Almagro en persona al ser invitado a La Habana para recibir un premio en memoria del fallecido disidente Oswaldo Payá pero le impidieron el viaje, primero al no otorgarle la visa ni siquiera con el pasaporte de diplomático uruguayo y peor aún al ser considerada la convocatoria como "grave provocación'' para "generar inestabilidad interna''. Y el régimen acusó a Almagro de hacer declaraciones y actos anticubanos, como también de redoblar "los ataques imperialistas y oligárquicos''.

El titular de la OEA ha pecado de ingenuidad llevado por su sentimiento ideológico sin advertir que Cuba jamás pondría pie en la organización porque sería someterse a los dictados de la democracia por los que vela la institución hemisférica.

Cuba fue miembro de la OEA desde su creación en 1948 hasta ser suspendida 1962 tras el triunfo de la Revolución castrista de corte marxista-leninista en el marco de la Guerra Fría. Durante el mandato del chileno José Miguel Insulza, medio siglo después, el organismo continental le abrió la puerta a Cuba en 2009 y un año después el país caribeño participó por primera vez en una Cumbre de las Américas.

Sin embargo todo indica que ni Almagro ni Raúl Castro verán durante sus liderazgos a una Cuba gozando plenamente de las libertades fundamentales.