En momentos en que se prevén los más bajos caudales de agua en los ríos locales, a consecuencia de las escasas nevadas que hubo durante la temporada invernal en la alta cordillera -se prevé que el derrame del río San Juan durante la temporada 20-21 no superará los 692 hectómetros cúbicos-, surge la necesidad de mantener en óptimo estado la red de riego para evitar que el agua que se vuelca a los canales, acequias y demás cauces secundarios, destinada tanto al consumo humano como al riego de cultivos y del arbolado público, no se desperdicie garantizando un más efectivo aprovechamiento.
Más allá de que desde las áreas oficiales destinadas al control del uso del agua y de su distribución, como el Ministerio de Infraestructura y el Departamento de Hidráulica, están implementando una serie de medidas para monitorear el aprovechamiento de este recurso, y de haber previsto una serie de mejoras en la red de riego, como la impermeabilización de varios tramos tanto de la red primaria como secundaria, se detectan otros problemas domésticos como el de los residuos que son arrojados a los cauces sin considerar que con esa práctica se perjudica la normal distribución que afecta a regantes especialmente del valle de Tulum, Ullum y Zonda, el área más intensamente cultivada de la provincia y donde reside la mayor población de San Juan.
Este problema se presenta ante el inicio de un prolongado período de sequía que se estima puede llegar a durar 10 años, en los que habrá que tener especial cuidado con el manejo del agua tratando que los canales estén en buenas condiciones respecto de su estado y sin elementos que puedan constituir un obstáculo para caudales que resultarán exiguos por tan largo período.
Tras el período de monda correspondiente a este año se advierte un ensañamiento con arrojar a los cauces todo tipo de residuos, algunos de ellos de alta toxicidad como la que generan los plásticos, las pilas y las baterías. También se observan muchos deshechos orgánicos y restos de electrodomésticos como gabinetes de heladeras, colchones, camas de hierro y botellas y otros envases de plástico en grandes cantidades.
Esta costumbre ya tendría que haber sido superada por una cultura hídrica basada en la importancia que este recurso tiene para San Juan. Ante este comportamiento no quedará otra medida que realizar una estricta vigilancia con el objetivo de detectar responsables y hacerlos pasible de duras sanciones, como las que puedan estar previstas en el Código de Faltas u otras normas judiciales que penalicen estas acciones.
