Jair Bolsonaro, el presidente electo de Brasil, recibirá el próximo 1 de enero de 2019 el mandato oficial para comenzar a hacer frente a una serie de grandes desafíos que requieren una urgente solución para poder sacar el país adelante.

Similar a lo ocurrido en la Argentina, cuando Mauricio Macri recibió hace poco menos de tres años el gobierno, Bolsonaro se enfrenta a un país devastado tras un período de inestabilidad política en el que todas las variables económicas fueron de mal a peor. Ahora, la única alternativa que queda es aumentar considerablemente la productividad en el orden del 20% para los próximos cuatro años.

Pero para alcanzar ese objetivo hay que tener en cuenta que Brasil deberá afrontar un cambio en varios aspectos, que no le resultará nada sencillo por el estado en que se encuentra actualmente su alicaída economía.

Uno de los grandes desafíos consiste, precisamente, en abrir la economía, teniendo en cuenta que es la más cerrada del mundo después de Sudán. Esta característica ha determinado el gran atraso que evidencia la industria brasileña y para sacarla de esa situación se prevé una reducción unilateral de tarifas y de la concentración de la actividad de las grandes empresas estatales, especialmente Petrobras.

Otra medida consistirá en convocar a la inversión transnacional, sin restricción de ninguna naturaleza, y la creación del sistema de "ventana única" para la aprobación de todo tipo de inversiones, un mecanismo absolutamente desburocratizado que depende en forma directa del Ministerio de Economía de aquel país.

Toda esta reestructuración estará acompañada por la tradicional política macroeconómica brasileña de la triple utilización de un techo de gasto público, tipo de cambio flexible y metas de inflación.

La idea del nuevo gobierno de Brasil es crear un "Consejo de la productividad" encargado de revertir los principales problemas como el hecho de que el estado brasileño carece de la capacidad de inversión necesaria para desarrollar una infraestructura que se muestra ruinosa o inexistente. En la actualidad hay más de 2.000 obras públicas paralizadas en el país, de las cuales al menos la mitad tienen carácter estratégico, necesario para que la economía adquiera la competitividad que hoy carece.

Son muchos los aspectos que el gobierno de Bolsonaro deberá encarrilar para mejorar las condiciones económicas de Brasil.