Se ha señalado en varias ocasiones que el tema más emblemático de contaminación ambiental que tiene la Argentina es, sin duda, la Cuenca Matanza-Riachuelo, que abarca una superficie de 2.240 km2 y en la que viven alrededor de 4 millones de habitantes. Su proximidad con la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, uno de los centros urbanos más grandes de Latinoamérica, determinan la urgente necesidad de concretar el saneamiento de este curso hídrico, en el que numerosas industrias vuelcan sus efluentes sin tratar, antes de alcanzar su destino final en el Río de la Plata. Desde finales del siglo pasado, los distintos gobiernos que se sucedieron prometieron solucionar este problema ambiental, objetivo que hasta ahora no se ha conseguido, a pesar de los cuantiosos fondos asignados en cada una de las gestiones. Es evidente que la mayoría de los anuncios tuvieron fines declamatorios, con muy poca efectividad, de lo contrario el problema ya estaría solucionado en la misma forma que lo han hecho en otros países del mundo, en cuencas similares, como la de los ríos Ebro y Rin, en países como España, Francia, Alemania, Suiza y Holanda.


Al igual que con el Riachuelo, en Buenos Aires también hay inconvenientes con el agua de los lagos artificiales en la zona de Palermo, en las inmediaciones de Puerto Madero y en la zona del partido de Tigre. En el resto del país subsisten otros problemas ambientales que están incluidos dentro de una agenda que sistemáticamente es dejada de lado. Se destacan las emisiones de gases de efecto invernadero, la contaminación de los océanos y la degradación de los ecosistemas. 


En el Congreso Nacional, tanto en la Cámara de Diputados como en la de Senadores, hay unas tres decenas de proyectos legislativos referidos al ambiente que no logran avanzar en el trámite parlamentario por diversos motivos, aunque el principal es la falta de interés que la clase política argentina le confiere a estos temas. Se advierte que ese poco interés está dado por la falta de conocimiento en profundidad de la temática, algo que llama la atención cuando en el resto del mundo cada vez se le da más prioridad a todo lo que pueda contribuir a minimizar los efectos del deterioro ambiental a nivel global. La preocupación por la conservación de las condiciones ambientales del planeta se ha instalado en toda la comunidad internacional a tal punto que el papa Francisco en su encíclica "Laudato si'' (Alabado seas) dedicó una parte a este tema, con el objeto de que la humanidad actúe consecuentemente.