La dirección asumida por los líderes del mundo, frente a los problemas que nos rodean crean más incertidumbres que certezas. No solamente en campo de las relaciones internacionales, también en otros temas más allegados a la familia y a la sociedad.
En este contexto, el futuro a veces se manifiesta muy confuso, sobre todo para los jóvenes estudiantes que buscan una salida laboral, y la solución a esos problemas existenciales la encuentran en la emigración de un lugar a otro como si fuera solo un cambio de escenario en el cual van a cambiar algo que no es mejor que lo que tenían, pero la ilusión del cambio los impulsa a salir y olvidar la oportunidad que ofrecía antes su terruño.
En el informe del Foro Mundial de Davos se sostenía que los trabajos que tendrán los egresados del actual sistema educativo no estarán en el mercado laboral y los que existen desaparecerán en el futuro. Algunos confían en la aparición de nuevas tareas como las que puedan surgir de los avances tecnológicos, algoritmos, informáticos o de inteligencia artificial pero que requieren habilidad y conocimientos muy elevados. Otros podrán ser los que necesitan la industria, la agricultura, la construcción, la economía, las prestaciones en educación o la salud.
Es posible que la sociedad y los jóvenes encuentren en esta situación un sinceramiento acerca de su futuro laboral, porque es cierto "que no hay paz donde no hay trabajo” y es preciso responder a estos nuevos desafíos que impactan primero sobre los menos capacitados y luego sobre el resto de los nuevos profesionales.
El papel que les toca también a los nuestros líderes, no siempre es atender los grandes desencuentros entre los países sino ocuparse los problemas de los destinos de la juventud que en definitiva serán los de los pueblos que representan o en los cuales se verán inmersos. Desoír estas advertencias es postergar y agrandar las soluciones en vez de afrontar oportunamente las posibilidades de encontrar en la educación el principio de revertir este panorama. No se trata de cambiar el progreso de los avances digitales, de la inteligencia artificial y de las nuevas tecnologías informáticas sino de encarar la solución de los problemas y asumir el futuro con responsabilidad y perspectivas factibles.
No será fácil que los integrantes del Foro de Davos se ocupen a estos desafíos, con un mundo en llamas que, son grandes ataques a la normalidad, a la tranquilidad y la paz de toda la humanidad. Los líderes del mundo deben dar muestras que también les preocupa la convivencia y el diálogo constructivo de los asuntos más acuciantes que se plantean a largo plazo, pero son edificantes para un nuevo porvenir.
Superar las guerras, el desamparo de las grandes masas de inmigrantes, la pobreza, las epidemias, y ahora los desaciertos en la educación de la niñez y la juventud los deben impulsar a buscar la salida en aquellos rincones donde yacen los valores, los principios, las religiones o la estabilidad familiar. Hoy tiene vigencia lo que decía Domingo Faustino Sarmiento, en su época: "Todo comienza en los humildes bancos de una escuela”.
