La revolución del 25 de mayo de 1810, que recordamos en la fecha, fue un proceso político y económico que de algún modo instauró la soberanía democrática, en virtud de la convocatoria popular, y echó las bases para la independencia declarada el 9 de julio de 1816. Al analizar las causas y consecuencias del movimiento patriótico en la llamada Semana de Mayo surge un común denominador: la participación activa de la población motivada por el concepto de "patria" que se construye con la tarea activa de toda la sociedad.


Si bien se debe ubicar el acontecimiento emancipador en el contexto geopolítico de esa época en el mundo, con la caída del reinado español y la orfandad de las colonias, más los sucesos que impactaron en el Río de la Plata, como las invasiones inglesas, fue el mismo pueblo armado que supo rechazar a los británicos el que tomó conciencia de sus posibilidades para decidir su destino. También para interpretar el juego de presiones externas y los contradictorios intereses internos junto a la pugna por el poder.


 Pero el pueblo aprendió en esta emergencia histórica que con coraje y decisión se superan los peores obstáculos a partir del consenso por el bien común. Esta conmemoración es propicia para recapacitar sobre la necesidad de fortalecer el proyecto de nación legado de nuestros ancestros, hace más de dos siglos, con la misma pasión de aquel glorioso Cabildo Abierto dejando de lado las posiciones personales.


Recordemos que la gente que apoyó la Gesta de Mayo no fue homogénea en sus pretensiones. Habían intereses encontrados, como los de los criollos progresistas y de los jóvenes, representados en la Junta por Moreno, Castelli, Belgrano o Paso, apuntando a realizar una profunda reforma política, económica y social. Y por otro lado los militares y burócratas, encabezados por Saavedra, que se conformaban con una renovación de cargos al desplazar a los españoles del poder, pero heredando sus privilegios y atribuciones. También los comerciantes y hacendados subordinaban la cuestión políticas a un rumbo económico que les beneficiara.


Nada fue fácil en la lucha por nuestra independencia y la organización nacional debido a los antagonismos que provocaron enfrentamientos entre unitarios y federales, divididos por la hegemonía porteña y el desprecio por el interior. Fueron cuatro décadas de guerras civiles hasta lograr un pacto político reflejado en la Constitución de 1853, pero esa lucha tras el poder y el desprecio por el que piensa diferente es un estigma que persigue a la Argentina sin perder actualidad.