Un hecho tan curioso como insólito se está dando en estos días en uno de los lugares sagrados más significativos para la cristiandad. Los custodios del Santo Sepulcro, en Tierra Santa, donde Cristo resucitó al tercer día de su muerte, cerraron las puertas de este sitio, que anualmente es visitado por millones de personas, en protesta por el cobro de un impuesto inmobiliario municipal por parte de las autoridades de Jerusalén.


Los jefes de las iglesias a cargo del lugar emitieron una declaración conjunta en la que señalaron que la medida de las autoridades civiles de Jerusalén parece ser un intento de debilitar la presencia cristiana en Tierra Santa.


El municipio de Jerusalén envió avisos de cobro así como órdenes de confiscación de cuentas bancarias y diferentes activos bajo el pretexto del pago del impuesto municipal, provocando que se tensaran las relaciones de las iglesias con las autoridades.


La medida de cerrar las puertas del Santo Sepulcro, afectando a uno de los movimientos turísticos y religiosos más importantes del mundo, es un acontecimiento sin precedentes que ha dejado atónitos a turistas y peregrinos que el domingo último fueron sorprendidos con la exigencia de salir del templo, el que ha permanecido cerrado. Ante esta situación cristianos de las principales confesiones (católica, greco-ortodoxa y armenia) están acudiendo a las afueras de la iglesia, en la ciudadela amurallada, donde se reúnen en espera de una resolución del conflicto.


En realidad el enfrentamiento entre los custodios del Santo Sepulcro y las autoridades civiles tiene dos motivos: En primer lugar, hay una disputa sobre nuevas disposiciones municipales para obligar a las iglesias a pagar el impuesto sobre bienes inmuebles del que estaban exentas históricamente.


Por otra parte hay una propuesta de ley para expropiar tierras en Jerusalén vendidas por las iglesias desde 2010. Estaba previsto que la ley, que cancelaría ventas ya ejecutadas, se debatiese en el comité legislativo del Parlamento, pero su tramitación se retrasó tras la protesta.


Los patriarcas de Jerusalén han dicho que la referida ley es discriminatoria y racista y que les recuerda a leyes de naturaleza similar aprobadas contra los judíos en Europa en periodos oscuros, en referencia al Holocausto.


Es de destacar que la última vez que se cerró la iglesia al público fue hace unos 20 años, después de que alguien profanase la cruz que se encuentra en el lugar, pero que nunca antes se tuvo que tomar una decisión similar por motivos políticos como en este caso.