Nuevamente las impericias del Gobierno nacional para resolver cuestiones sensibles a la opinión pública, como son el cálculo del nuevo aumento de las jubilaciones y el juicio de la concesión del Correo Argentino a la familia del Presidente, llevó a que el propio Mauricio Macri ordenara dar marcha atrás, luego de recibir durísimas críticas y de una polémica evitable. 


No son hechos aislados, porque tienen los antecedentes del "tarifazo'', que finalmente no fue, y otras correcciones en temas cuyo análisis previo hubiese determinado potenciales conflictos políticos y administrativos. Son muchas las marchas y contramarchas por medidas sin sentido práctico y con resultados negativos. Por ejemplo, el intento de modificar el feriado del 24 de marzo, aniversario del golpe militar de 1976, instaurado como inamovible en 2006, que puso en aprietos a Macri al herir la sensibilidad de sectores sociales. Cambiarlo al lunes siguiente igual significaba un feriado largo, si es lo que se quería evitar. Tampoco fue un acierto el uso de decretos de necesidad y urgencia, con el riesgo que implicaba eludir al Congreso y alto costo político, como ocurrió con el nombramiento de los nuevos ministros de la Corte de Justicia, aún utilizando esta herramienta constitucional. 


Es que la lógica aconseja ser y parecer, más en un año electoral donde tanto la oposición más dura, como el ultrakirchnerismo y sectores combativos, especulan con estos traspiés potenciándolos para que influyen sobre la mirada de buena parte de la sociedad esperanzada en el cambio. 


Por eso resulta inexplicable la ausencia de una estrategia gubernamental para evitar problemas que amenazan con destruir la base electoral de Macri. Es que como dice un viejo político, es meritorio admitir y corregir errores, pero es más importante no cometerlos, más en cuestiones donde es más fácil acertar que equivocarse. 


También es gratificante que Mauricio Macri convoque a la prensa para dar la cara frente a sus errores, asumiéndolos sin descalificar a nadie y respondiendo preguntas en agenda abierta. No hubo cadena nacional con monólogos como ocurrió en la última década, señal inequívoca que se respiran otros aires democráticos.