Sin pretender generalizar, estamos en condiciones de asegurar que cada vez hay más adolescentes que exhiben comportamientos reñidos con las buenas costumbres y normas de convivencia, lo que amerita que desde los hogares e instituciones básicas como las escuelas, clubes y asociaciones de bien público, se inicie un proceso de recuperación de valores sociales y morales, esenciales para que estos jóvenes no quemen una etapa que es fundamental en la formación de los ciudadanos futuros.


De un tiempo a esta parte, hay adolescentes a los que poco les interesa exhibir un comportamiento rescatado y se inclinan por llevar una vida sin ningún tipo de condicionamientos y compromisos, en la que el respeto por el prójimo casi no existe y en la que los excesos forman parte de un modo de vida con muy pocas perspectivas. Esto ha llevado a que las estadísticas vinculadas a los hechos de violencia o agresiones en la que son protagonistas los adolescentes sean alarmantes, con registros de más de 600 muertes en 2019, según el Ministerio de Salud Pública de la Nación.


Más allá de la obligatoriedad del nivel secundario y de algunos otros incentivos para estudiar y perfeccionarse, que deberían servir para orientar a los adolescentes, la mayoría aprovecha las épocas de receso o se las ingenia de alguna forma para evadir esos condicionamientos, y así llevar una vida que les permita establecer sus propias reglas.


A diario observamos cómo los ideales propios de esta edad han dado paso a un comportamiento errático impulsado por factores que están influyendo decisivamente en la personalidad, sin distinción de clases sociales ni sexo. No importa que sean varones o mujeres, el grado de agresividad es el mismo.


Los adolescentes de hoy no sólo se muestran afectados por los conflictos personales propios de la edad, sino que exteriorizan una agresividad que ha ido creciendo promovida por las drogas o el alcohol, o por las propias características del medio en el que están creciendo y desarrollándose.


La muerte de Fernando Báez Sosa, el joven de 18 años que fue atacado en Villa Gesell por un grupo de jóvenes jugadores de rugby, es una muestra de ese comportamiento agresivo que impera en las calles y por el que, tanto los padres como lo organismos oficiales correspondientes, deberán implementar acciones para evitar que estos hechos se continúen repitiendo. A los adolescentes hay que darles la opción de encontrar el camino para ser buenos ciudadanos, pero para ello es necesario que todos los estamentos de la sociedad trabajen en conjunto para alcanzar ese objetivo.