Los discursos que el miércoles último pronunciaron los máximos dirigentes sindicales del país frente al Congreso Nacional, en el marco del paro general de la CGT contra el gobierno, apuntaron a expresar el repudio a las medidas, que desde el Estado Nacional se pretenden implementar, en un tono combativo y directo y algunos de ellos cargados de mucha agresividad como cuando el líder camionero Pablo Moyano expresó que si el ministro de Economía Luis Caputo "lleva adelante estas medidas, los trabajadores lo van a tirar al Riachuelo". 

Lo dicho por el sindicalista constituye lisa y llanamente una amenaza con incitación a la violencia que no debe dejarse pasar por alto ya que nos remite a los peores pasajes de nuestra historia, desconociendo totalmente el Estado de Derecho en vigencia y los valores que sustentan la democracia. 

Por más oposición que haya contra cualquiera de los sectores que forma parte de la vida institucional del país no se puede desear actitudes violentas que, como en este caso, atentan contra la vida. Existen otras formas más civilizadas de plantear la disconformidad contra un gobierno que ha sido elegido democráticamente por la mayoría del pueblo argentino y que está actuando con un criterio anunciado con el que busca recomponer la estructura del Estado Nacional superando la grave crisis económica y financiera heredada de las administraciones anteriores.

Más allá de los derechos que les corresponde, durante la protesta, los sindicalistas estuvieron ostentando un poder que no es absolutamente de ellos e incurrieron en plantear actitudes avasallantes contra el gobierno que han dado lugar a que se considere que han actuado de una manera antidemocrática y antirrepublicana.

La reflexión del presidente Milei a este comportamiento, en relación a que "Nunca fue tan clara la elección. Hacemos los cambios o seguimos presos de estos extorsionadores" fija una vez más la posición del gobierno frente a los gremialistas al considerar que tienen una visión del país que no se corresponde a la del real crecimiento con la recuperación de la economía.

El mea culpa del sector sindical de haber participado en estos últimos años del debacle económico que ahora sufre el país no existe, intentando salir lo menos perjudicado de esta coyuntura en la que es un hecho que el gremialismo nacional ha sido, en cierta manera, cómplice de las malas medidas que se fueron implementando para que la Argentina cayera en todos sus aspectos.

El sindicalismo debe plantearse, al igual que toda la nación un cambio sustancial de su forma de actuar dejando de lado viejas prácticas para aportar soluciones que concuerden con los nuevos lineamientos que se pretenden para el país.