Más allá de los avances que estamos observando en los últimos tiempos en relación a la macroeconomía, con algunos indicativos como el descenso de la inflación o el control del déficit fiscal, la Argentina afronta un fenómeno de desindustrialización que requiere una urgente corrección, antes de que sea demasiado tarde y termine con la escasa fuerza de producción con que cuenta actualmente, especial en el interior del país.
La desindustrialización es un proceso de cambio social y económico causado por la desaparición o reducción de capacidad o actividad industrial en un país o región, especialmente de industria pesada o manufacturera. Es lo que se está observando en estos momentos en la mayoría de las provincias del país, incluyendo a San Juan, donde la falta de desarrollo de industrias que incorporen valor agregado a sus productos mantiene estancada la demanda de mano de obra, con tendencia a un achicamiento si no se revierte la actual tendencia.
El hecho de no incorporar valor agregado a los principales factores de producción como el que genera el sector frutihortícola de la provincia, y optar por el envío de cargas a granel a distintos puntos del país o el exterior, está quitando a nuestra provincia, como a otras tantas, la posibilidad de mejorar su participación en la economía local y de convertirse en una importante fuente generadora de empleo. Esto mismo se da en todas las demás áreas de la producción lo que empieza a generar un problema social de complicada resolución.
En el caso de nuestro país la desindustrialización no sólo implica el achicamiento de la industria nacional por efecto de distintas medidas como la flexibilización de las importaciones, sino que representa el avance de las actividades no industriales y un proceso de achicamiento y reestructuración de ese sector, que se hace cada vez más difícil de revertir ante un esquema de reducción de la demanda y de achicamiento de la economía.
Otro aspecto a tener en cuenta es que la industria argentina, especialmente la del interior, ha estado en estos últimos años muy volcada al mercado interno con una participación cercana al 14% del PBI, según el último censo del Indec, dejando de lado el tema de la exportaciones, un aspecto al que se debería apuntar para lograr evitar el proceso de desindustrialización que comienza a ponerse de manifiesto cada vez con más énfasis, a medida que se acentúa el fenómeno de recesión impulsado por la actual política económica.
La necesidad de revertir este comportamiento nace de la urgencia de evitar que la fuerza productiva del interior del país, representado fundamentalmente por las pymes, se debilite afectando al mayor sector empleador dentro de la industria. Mejorar las condiciones de esas empresas en diversos aspectos y alentarlas a incorporar valor agregado a su producción, es una tarea que requiere un gran esfuerzo pero clave para detener el proceso de desindustrialización cada vez más acentuado.