Como todas las personalidades de la historia, la vida y obra de Domingo Faustino Sarmiento ha sido motivo de estudio para determinar su compromiso con el tiempo en que se desempeñó desde maestro rural hasta presidente de la República, y la proyección de su visión de estadista en la organización nacional y el basamento de la escuela pública como motor del desarrollo. Fue un hombre de grandes contrastes, origen de encendidos debates, y contradictorias posiciones, propias de su inteligencia y razón incomprendidas en su época por ideas que iban más allá del horizonte político de entonces.


La pasión del gran sanjuanino por hacer cosas lo llevó a contrastes que él mismo reconoció, producto de su inteligencia y razón, como tratar de marginal al gaucho. Siendo presidente, Sarmiento corrigió su descalificación señalando que "para tener paz en la República, para que no haya vagos, es necesario educar al pueblo en la verdadera democracia para que el gaucho sea un hombre útil a la sociedad. Para eso, necesitamos hacer de toda la República una escuela. El presidente de la Nación será el caudillo de los gauchos transformados en pacíficos vecinos".


De allí su obsesión por la educación básica y gratuita, una premisa que trascendió nuestras fronteras como modelo civilizador, y por ello en la primera conferencia continental de ministros de Educación, celebrada en Panamá en 1943, se declara al 11 de septiembre como Día del Maestro, un reconocimiento ampliado después por la Conferencia Mundial de Educación en 1964, donde se lo designa como Maestro Universal. Por algo esta fecha se celebra también en Massachusetts, donde existe un busto de Sarmiento y en la Universidad de Texas, donde se exalta la figura del prócer como paradigma de la cultura latinoamericana.


Es que Sarmiento fue una personalidad única, controvertida, genial y transformadora surgida sin ningún título, sólo con estudios primarios, para llegar a intelectual con riquísima formación autodidacta y desempeñarse como docente, escritor, periodista, militar, político, diplomático y estadista, hasta llegar a la máxima magistratura. Como dice Ricardo Rojas, hay un Sarmiento para las escuelas, otro para las apoteosis oficiales, otro para la erudición monográfica y otro para la polémica sectaria. Pero la evocación al Gran Maestro debe ser una sola, porque con aciertos y errores dejó un legado fundacional de un país soñado en cultura y organización institucional. 


Así lo interpretó la opinión pública al unirse todos los diarios de Buenos Aires en una única publicación al día siguiente de su fallecimiento, el 11 de septiembre de 1888. Fue una sola edición titulada: "La prensa argentina, homenaje a la memoria de Domingo Faustino Sarmiento". Un hecho inédito de unánime reconocimiento de una figura que eclipsó al contenido particular de un periodismo por demás politizado, pero honesto y objetivo.