Tras los elogios de Donald Trump a Jair Bolsonaro por sus afinidades políticas y la búsqueda de un acuerdo de libre comercio, el eufórico gobierno de Brasil debió aclarar dos puntos fundamentales: que las negociaciones oficiales iniciadas con Washington para alcanzar acuerdos arancelarios se harán en conjunto con los socios del Mercosur y que este convenio no es incompatible con el alcanzado en julio pasado por el bloque sudamericano con la Unión Europea.


Las salvedades no son simplemente diplomáticas sino necesarias para dar factibilidad a cualquier vínculo comercial que involucre a las naciones del Mercosur, entre ellas Argentina el principal socio comercial de Brasil, y gestor fundamental para destrabar las negociaciones con la UE estancadas durante más de dos décadas. También por las presiones de empresarios brasileños para hacer negocios puntuales con EEUU de manera bilateral, expresamente prohibidos en el grupo sudamericano.


Desde la campaña electoral del año pasado, Bolsonaro viene defendiendo un alineamiento estratégico con EEUU gracias a las afinidades políticas con Trump y más ahora aprovechando la coyuntura de la guerra comercial del mandatario norteamericano con China y las réplicas mundiales. Este semestre Brasil ejerce la presidencia rotativa del Mercosur y necesariamente será tema prioritario el vínculo económico que busca Trump y la implementación del acercamiento con la UE que lidera el canciller argentino Jorge Faurie, y con un tropiezo imprevisto: la reticencia de Francia a firmar el acuerdo si Brasil no cambia su política de depredación forestal.


Estas negociaciones no son sencillas por los enormes intereses en juego y deben hacerse con una muñeca diplomática muy conciliadora, más todavía porque Estados Unidos busca negociaciones individuales con temas específicos. Lo hizo con México, Canadá y espera el desenlace del Brexit para negociar con el Reino Unido, pero sin cerrar el paraguas proteccionista y separando sectores como el agropecuario, además de imponer cuotas en las transacciones. De todas maneras los especialistas en comercio internacional coinciden en señalar que Trump ha logrado dividir al mundo en su guerra comercial con China, alentando que todos los mercados compitan con el gigante asiático.


Lo importante son los pasos dados por nuestra región para lograr un mayor grado de integración con la economía mundial. El clima es favorable porque la mirada norteamericana hacia América latina es otra y busca recuperar antiguos socios estratégicos.