Mijaíl Gorbachov, quien fuera el último jefe de Estado de la Unión Soviética, expresó en una ocasión: "El mercado no es un invento del capitalismo. Siempre ha existido. Es un invento de la civilización". Su condición de soviético de nacimiento, formado férreamente en los fundamentos marxistas, y habiendo llegado a comandar la política de un imperio comunista, le otorga una significación adicional a su expresión. Era un reconocimiento implícito de que todo el credo, con el que millones fueron adoctrinados, era una ficción, en el mejor de los casos. Esa honestidad intelectual fue uno de los factores que lo hizo acreedor del Premio Nobel de la Paz en 1990. Desde la caída de la Unión Soviética, el mundo pareció concordar en que el Estado tendría un rol y el mercado otro. Funciones complementarias, pero absolutamente dispares. En la Latinoamérica de los ’90, también pareció predominar una concomitancia entre los recientes progresos conceptuales y las acciones. Pero hubo quienes aprovecharon ciertas circunstancias, valiéndose de una plétora de ficciones coordinadas, para retener una estructura perimida y siempre gravosa. Una de tales fábulas, que no ha cesado de ser atizada, es la imagen de un mercado constituido por un reducido grupo de avariciosos perversos, que sólo buscan perjudicar al ciudadano común. En realidad, el mercado se articula en la interacción de absolutamente todos los ciudadanos, haciendo su vida, eligiendo, comprando, vendiendo, opinando, desplazándose, etc. Pero aquella imagen de un mercado avieso, integrado por una elite insaciable, viene muy bien para quienes así pretenden justificar una impropia intervención estatal. De tal manera, la inserción del Estado queda justificada para "salvaguardar los intereses" de la nación, o "del pueblo". Paradójicamente, en las economías donde esto sucede es en las que el pueblo peor lo pasa.
Recientemente, el presidente de Chile, Gabriel Boric, ha manifestado su decisión de nacionalizar la industria del litio. Como es obvio, creará una estructura estatal para tal fin. El litio es un mineral clave para baterías recargables de vehículos eléctricos, celulares, laptops, etc., denominado el "oro blanco del siglo XXI". El Sr. Boric aclaró que "cualquier privado, ya sea extranjero o local, que quiera explotar litio en Chile deberá asociarse con el Estado". Alguien podría encontrar razonable tal proceder, bajo la presunción de que a nadie se perjudica. Pero precisamente, de eso se trata. Cuando varias empresas compiten, maximizan sus desempeños, invierten todo lo que les es posible para seguir en el mercado y superar a sus rivales, pagan buenos sueldos para tener consigo a los más capaces y eficientes. Esto trae un efecto de edificante derrame sobre toda la sociedad. Pero cuando obligatoriamente se les impone un socio, que tomará las decisiones estratégicas además de quedarse con buena parte de lo producido, el panorama se transfigura en algo ya demasiado conocido en Latinoamérica. El mercado no es un invento del capitalismo.
