Tras las dos grandes guerras mundiales que llegaron a marcar a la humanidad se está a la espera, en cualquier momento, de una tercera conflagración que podría llegar a ser catastrófica en términos de una destrucción total del planeta, mediante el uso de armas nucleares.
En un primer momento se creyó que esa tercera guerra mundial se desencadenaría con la Guerra del Golfo en 1990; luego se pensó que la caída de las Torres Gemelas inauguraba esa instancia y ahora se cree que el conflicto entre Rusia y Ucrania puede ser el detonante de la crisis final. Si bien ninguno de estos acontecimientos fue determinante, la mayoría de los analistas consideran que se está muy cerca de una hecatombe a nivel mundial, al haber en estos momentos 61 guerras activas en distintos puntos de la Tierra y estar siempre latente la posibilidad del uso de armas de destrucción masiva. Ante esta delicada situación no queda otra alternativa que los países líderes del mundo convoquen a la paz de una manera efectiva y persuasiva, ya que si no se alcanza esa instancia el planeta tendrá muy pocas posibilidades de subsistir.
El nivel de beligerancia que hay actualmente en el mundo es responsable de que los países deban estar a la defensiva, pensando con quien aliarse para la guerra y no en la manera de que sus pueblos vivan felices.
Se debe dejar de estar haciendo planes para la confrontación y avanzar un poco más en los acuerdo bilaterales que lleven a que las naciones optimicen sus vínculos comerciales, como una manera de acercar posiciones en un tema que interesa a todos. Por el lado de la economía, el libre comercio, el desarrollo del turismo y las exportaciones e importaciones, se pueden acercar posiciones sin que la cuestión bélica sea primordial.
Los países que forman parte de la ONU (Organización de las Naciones Unidas), a través de su Consejo de Seguridad deben implementar a la brevedad un plan de pacificación, con el objeto de reducir el número de conflictos bélicos, y avanzar en una solución con relación a la guerra de Rusia con Ucrania, que se sigue extendiendo en el tiempo con un saldo lamentable para esos pueblos.
Ni la intervención del Papa, líder espiritual indiscutido, ni de los más altos estadistas de los países más desarrollados han logrado reducir el clima de tensión existente. No se puede continuar con esta actitud que prioriza a la guerra sobre la paz, a costa de que millones de personas, como los refugiados, sigan sufriendo mientras se movilizan de un país a otro en busca de un hogar que han perdido.
Desafortunadamente hay países que se muestra inmisericordiosos ante el sufrimiento que provoca la guerra. Generalmente son potencias mundiales que toman esa actitud en defensa de intereses propios que los lleva a producir armas de todo tipo, y la posibilidad de comercializarlas en un mercado en constante crecimiento.
Hay que sofocar de una vez por todas los conflictos bélicos alrededor del mundo para que las comunidades vivan en paz, sin el temor de que el planeta pueda ser destruido en cualquier momento.
