Desde pronósticos meteorológicos, pasando por el análisis estadístico, hasta llegar a modelos matemáticos predictivos, la ciencia se esfuerza en anticipar. La perenne necesidad humana de asomarse al futuro, hizo que previamente a los instrumentos racionales mencionados, terciaran quienes podrían definirse como los "influencers" del pasado. Eran los adivinos, videntes, pitonisas, arúspices, entre multitud de quienes aseguraban atisbar el porvenir, logrando así determinante influencia en el devenir histórico. Pese a los empeños en toda época y lugar de lograr barruntar hechos venideros, siempre surgieron sucesos inesperados, los que finalmente lo reconfiguraban todo. Cuando estos han acaecido, toda la estructura de la realidad se vio afectada, alterándose el curso de cada suceso, proceso y comportamiento. Fue en el año 2007 cuando aparece un libro enfocado directamente en este asunto trascendental. Se trató de "El Cisne Negro", una teoría desarrollada por el profesor libanés-estadounidense Nassim Taleb. En concreto, se centra en "el impacto de lo altamente improbable". Es decir, algo atípico y no encuadrado dentro de ninguna expectativa general, debido a que antecedente alguno o conjetura justificara su previsión. Otra característica del "Cisne Negro" es la de derivar en consecuencias importantes. Se citan como ejemplos el éxito, por la casi unívoca acogida universal, de Google, Youtube, diferentes redes sociales u otros hechos de diferente naturaleza, como el ataque a las Torres Gemelas en Nueva York, en 2001. Acontecimientos que, a partir de su manifestación, todo revistió otro carácter, además de derivar en impensados acontecimientos. Se podrían encuadrar dentro del concepto de Cisne Negro al terremoto de San Juan de 1944, el descubrimiento de América, o la aparición de cualquiera de los grandes talentos humanos con que la humanidad ha sido beneficiada.


Resulta altamente probable que Argentina esté frente a un Cisne Negro, a lo imprevisto. A nadie escapa que la inflación está devastando la capacidad económica de cada argentino. Se trata de algo que ya hace años se padece de manera estoica. Pero todo el agotador intento de adaptación y resignación a que la inflación compele, toma otro cariz en función del ritmo adquirido. La distancia entre precios y tarifas, con relación a la capacidad adquisitiva ciudadana, ha tomado una celeridad arrolladora. En otras palabras, se genera un empobrecimiento tan acelerado que sólo deja lugar a angustias, impotencias y frustraciones. El Cisne Negro no sería la inflación, la que es completamente previsible y responsabilidad del Estado, sino la reacción de las personas. La vertiginosidad inflacionaria afecta ya la adquisición de alimentos, de la cual la supervivencia depende. Las reacciones que podrían tener diferentes individuos no es algo previsible. Múltiples factores y las perspectivas de futuro influirán, como así también los liderazgos. No obstante, existen umbrales que nunca deberían siquiera presumirse en el horizonte.