Siempre que se realiza un paro general de actividades, en reclamo de la política económica o social del gobierno, se evalúa el porcentaje de acatamiento y los inconvenientes que la medida de fuerza pueda haber provocado. En este caso, en relación a la huelga de ayer también debemos considerar que el país perdió alrededor de 28.000 millones de pesos, una suma nada despreciable para un país como el nuestro, que ha soportado tantos saqueos, y que afronta tantas necesidades. 


En relación a estas medidas de fuerza improcedentes, debemos entender de una vez por todas que nuestro país no necesita de paros generales para salir de una situación que todos conocemos.


Con una huelga no se arregla nada, especialmente cuando el problema es la falta de actividad económica, el poco empleo y la necesidad de recomponer variables socioeconómicas que no logran recuperarse en la medida de lo esperado. En pocas palabras, la Argentina no necesita paros para recuperarse, necesita mayor actividad, necesita reactivación.


Los paros sólo le sirven a un sector dirigencial que no quiere entender que estamos en una de las peores situaciones de nuestra historia, y que no es culpa del actual gobierno. Afrontamos una crisis que viene de muchos años atrás, de varias décadas, y que por diferentes motivos vinculados a nuestra idiosincrasia no hemos sabido revertir. Mejor dicho, hemos perdido el tiempo y no hemos empleado los recursos de este gran país en consolidar un nivel de inversión que ahora nos mantendría alejados de esta situación.


Estamos al borde del abismo o estamos cayendo en él, da lo mismo. Pero seguimos sin tomar conciencia de que para salir de este cuadro de situación hay que hacer un gran esfuerzo y no esperar recetas mágicas avaladas por una huelga, el corte de calles o ruidosas manifestaciones.


Muchos países, especialmente los de posguerra o que han sufrido grandes calamidades, han afrontado situaciones similares y salieron adelante a fuerza de trabajo, dedicación y grandes sacrificios.


No esperemos que nosotros vamos a ser la excepción de la regla y entendamos que sin hacer un gran esfuerzo no lograremos un futuro mejor. Eso sí, cada uno desde su lugar de trabajo exijamos que nuestros gobernantes, dirigentes, superiores y también nuestros pares, compartan ese esfuerzo a fin de que todos, sin excepción, seamos partícipes de la recuperación del país.