Según la primera Asamblea de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, los plásticos constituyen una de las mayores y crecientes amenazas para la vida del mar, pero esa contaminación preocupante avanza también sobre tierra firme atacando todos los ecosistemas y no hay conciencia colectiva para frenarla. Los llamados "microplásticos" son fragmentos menores de 5 mm. de bolsas, envases, artículos domésticos, ropa, materiales de construcción y muchos otros que llegan a los océanos y nada se puede hacer para evitar el daño que producen.

Hay productos de consumo humano como las "microperlas" existentes en dentífricos, limpiadores faciales y otros cosméticos que en general no se filtran en el tratamiento de aguas residuales y son directamente expulsados en ríos, lagos y mares. La contaminación medioambiental incluye al aire por las quemas que se producen en numerosos países para desechar el plástico, por lo cual toda forma viviente está expuesta.

A mediados del siglo pasado, cuando irrumpen esos elementos en el uso cotidiano, se producían en el mundo 1,5 millones de toneladas de plásticos; esa cifra había superado los 350 millones de toneladas en 2012 y actualmente podríamos estar en las 500 millones de toneladas de acuerdo a la evolución de las manufacturas de consumo masivo. 

Muy poco del plástico que se desecha a diario se recicla o se convierte en energía a través de la incineración en plantas especiales sólo hay en naciones desarrolladas-, por lo que esos materiales terminan en vertederos donde pueden transcurrir 1000 años para descomponerse. Mientras tanto están liberando sustancias potencialmente tóxicas en el suelo y el agua, pero con mayor incidencia terrestre que puede llegar a ser 23 veces mayor que la oceánica, según recientes estudios de investigación. Estos desechos han llegado a formar grandes islas en el mar contaminándolo como así también a la fauna marina provocando muertes innecesarias.

Como si fuera poco los microplásticos se desintegran hasta llegar a ser "nanopartículas" de menos de 0,1 micrómetros de tamaño y por ser piezas microscópicas están entrando en la cadena alimenticia. Aunque se han realizado pocas investigaciones en ese campo, todo indica que estos fragmentos invisibles pueden desencadenar muchos efectos adversos e impredecibles. 

Si esta alerta científica se ha generalizado en el mundo, es de suponer la gravedad que alcanza en nuestro país por los basurales a cielo abierto y los efluentes cloacales sin tratar, como los arrojados al Nahuel Huapi, al Río de la Plata y en la Costa atlántica. Y no hablar de la cuenca Matanza-Riachuelo, la más contaminada del mundo.