La pandemia ha planteado un antes y un después al mundo globalizado, ya que nada será igual tras el impacto social del coronavirus, en particular en las naciones desarrolladas que las obliga a replantear sus estrategias geopolíticas, tecnológicas y sanitarias a la luz de las experiencias del confinamiento histórico. Al comenzar las diferentes cuarentenas, según las modalidades de cada país, quedó al descubierto la gran dependencia china en todos esos aspectos como consecuencia de la radicación en suelo asiático de multinacionales que tuvieron enorme rentabilidad gracias a un modelo productivo alejado de las reivindicaciones laborales de Occidente.
Todo esto puede quedar atrás porque se habla del fin de la globalización económica, tal como se conoció hasta antes de la expansión del Covid-19, y cuando ya estaba declarada la guerra comercial entre China y los Estados Unidos con repercusión en todos los mercados. Pero la crisis sanitaria y los resguardos para evitar la propagación de la enfermedad dejaron al descubierto fallas estructurales que paralizaron líneas fabriles y desarrollos tecnológicos sujetos a la provisión de componentes chinos.
Este panorama decidió a las firmas Apple, Google y Microsoft la mudanza a Vietnam y Tailandia, imitando a la sudcoreana Samsung ya instalada en suelo vietnamita, mientras en otras tecnológicas se precipita esta tendencia a partir de una mudanza que terminaría a mediados del año que viene, según voceros de esas empresas. En este movimiento de planes fundamentales de fabricaciones de avanzada, se destaca la construcción en Arizona, EEUU, de una planta de Taiwan con inversión de 12.000 millones de dólares, para fabricar microchips de alta complejidad y desarrollo de inteligencia artificial de importancia crítica y estratégica. Las entregas comenzarán en 2021, en reemplazo a las importadas de Asia.
Para los norteamericanos tener todo esto en casa significa disponer de los procesadores del corazón informático para productos de vanguardia desde iPhones, computadoras portátiles y consolas de juegos hasta servidores e infraestructura de Internet sin tener que depender de la provisión china. Todo un éxito político para Donald Trump, mientras insta a otras compañías a sentar sus bases en su país o en México. La contraofensiva de Pekín vino por el bloqueo estadounidense a Huawei y suspendió la compra de aviones a Boeing, a la vez de investigar a empresas norteamericanas con sede en China. Todo esto lo apuró el coronavirus.
