Los numerosos casos de violencia escolar que se vienen registrado en la provincia desde el inicio del presente ciclo lectivo son indicativos sociales para tener muy en cuenta y no tomarlos como casos circunstanciales de poca importancia propios de la época. Para abordarlos con la seriedad que se merece hay que ir más allá de la estructura escolar, a la que si bien le corresponde inculcar los valores de respeto propios de la institución, se sabe que no alcanza para solucionar la situación, y que hay que ir a lo más profundo del seno de las familias para intentar atacar las causas que originan este flagelo. 


La violencia escolar y algunas derivaciones como el bullying o el acoso son causante en los niños y adolescentes que la sufren en los distintos niveles escolares de trastornos emocionales, problemas psicosomáticos, depresión y ansiedad. También de pérdida de interés por los estudios, los que pueden desencadenar en un menor rendimiento o directamente en el fracaso escolar. Por ello es un aspecto que hay que abordar con urgencia evitando la naturalización de estos hechos, como algo que es común de esta generación y que, como ocurre con la mayoría de los problemas actuales, señalando que es de muy difícil resolución sin proceder de la manera adecuada para su resolución.


Si bien en el ámbito educativo hay protocolos que determinan la forma de abordar la violencia escolar y talleres que toman este tema como objeto de análisis para proponer soluciones, son los ejemplos los que más inciden a la hora de buscar líneas de conducta a seguir por los alumnos. Si los menores observan agresividad por parte de los mayores, entonces actuarán en consecuencia y eso es lo que hay que evitar corrigiendo esos modelos que no solo están en la sociedad sino dentro de las familias. 


En el ámbito familiar la violencia se manifiesta de diversas maneras y es por ello que además de identificarla hay que abordarla desde la perspectiva que corresponde. La mayoría de los especialistas coinciden en que hay muchas familias que usan el lenguaje para descalificar y es ahí donde está el origen de la violencia escolar, que se manifiesta a través del bullying o del acoso, acentuado por una situación de pospandemia que ha dejado resentidas las relaciones interpersonales tras los largos períodos de confinamiento. 


Tener una postura crítica, tanto en la escuela como en los ámbitos familiares sobre los mensajes que descalifican a las personas, en este caso a los pares de los alumnos, es una estrategia de prevención de la violencia escolar que se tendría que aplicar para tratar de controlar este fenómeno que de acuerdo a las estadísticas crece día a día.