La crisis humanitaria que padece Venezuela, agravada desde el año pasado por la pandemia, doblegó a Nicolás Maduro ante la amenaza de una hambruna imparable, y debió aceptar la asistencia del Programa Mundial de Alimentos (PMA) el organismo de las Naciones Unidas para combatir el hambre. Las razones de "soberanía'' del dictador y los argumentos de la fallida Revolución Bolivariana que pregonaba el bienestar del pueblo, cayeron ante las evidencias del colapso de la sociedad civil.


El presidente de la nación caribeña rechazó hace años el ofrecimiento de la ONU, porque negó primero que haya desabastecimiento de alimentos y que los sectores más necesitados eran atendidos por los Comités Locales de Abastecimiento y Producción, controlado por militantes del Partido Socialista Unido de Venezuela, un instrumento de control político, con denuncias de corrupción. Desde 2015 Maduro monopoliza la distribución de alimentos de baja calidad y condicionada a la adhesión partidaria.


La catástrofe venezolana de desnutrición infantil ahora será responsabilidad del PMA a partir de un programa que dará de comer inicialmente a 185.000 niños y luego atender a 9,3 millones de habitantes, un tercio de la población en inseguridad alimentaria, según el acuerdo del ente internacional con Maduro y líderes de la oposición, entre ellos Juan Guaidó, el presidente reconocido por la mayoría de las naciones. Con esta ayuda también se facilitarán los aportes de Cáritas y de la ONG Alimenta la Solidaridad, que desde 2017 sufren el hostigamiento oficial por absurdas acusaciones políticas.


El programa alimentario de la ONU recibió el año pasado el Premio Nobel de la Paz por su actuación en las emergencias humanitarias del mundo, sin connotaciones ideológicas ni políticas como las asignadas por el chavismo para cerrarle las puertas en Venezuela. Pasaron años para que el respeto a los principios de independencia, imparcialidad y neutralidad del aporte internacional lo entendiera la ceguera ideológica de Maduro.


La plataforma del sistema del PMA responde a un desarrollo que luego de atender las urgencias se centraliza en los chicos de las escuelas primarias, donde es fundamental una buena alimentación para fortalecer el crecimiento de las nuevas generaciones. También para normalizar un país diezmado por el chavismo disparador de una migración histórica buscando refugio lejos de una tiranía sin precedentes en una nación petrolera, pero empobrecida.