Las elecciones generales realizadas recientemente en Holanda, en las que se impuso el Partido Liberal del primer ministro Mark Rutte (VVD), representan otro freno al avance del populismo europeo y con ello se marca una tendencia que ya se había puesto de manifiesto en otros países del viejo continente.  


La particularidad del resultado de los comicios holandeses es que el partido ganador no podrá gobernar por si solo si no concreta una coalición integrada al menos por 4 o 5 partidos, para sumar un total de 76 diputados necesarios para formar gobierno. Si bien las elecciones fueron ganadas por el VVD (liberales) sumando 33 diputados, en segundo lugar se colocó el PVV (populista) con 20 diputados. Luego siguieron el CDA (demócrata-cristianos) y el D66 (social-liberales) con 19 diputados cada uno y el GroenLinks (izquierda verde) y SP (Socialistas) con 14 cada uno.  


La gran cobertura mediática tanto nacional como internacional fue una de las características de estas elecciones al igual que la gran cantidad de partidos políticos pequeños, en total 16, que formaron parte de la oferta electoral, destacándose entre ellos el DENK (partido populista islámico).