El papa Francisco ha dado otro paso contra la pederastia en la Iglesia, como se comprometió en la cumbre donde se trataron los abusos a menores en febrero de 2019, poniendo ahora en manos de obispos, superiores religiosos, tribunales eclesiásticos, juristas y centros de escuchas, una guía práctica para abordar los casos y denunciarlos a las autoridades civiles del lugar. Con este vademécum de instrucciones precisas ninguna autoridad clerical podrá desentenderse al conocer un posible delito -incluyendo denuncias anónimas para actuar de oficio-, y les exige ocuparse concretamente del caso hasta el fin de la causa.


Nunca la Santa Sede avanzó en instrucciones tan precisas como lo hizo en esta ocasión para impedir que alguna jerarquía oculte o no combata un presunto caso de abuso sexual y, además, teniendo en cuenta las variantes de la legislación de cada país las Conferencias Episcopales nacionales han preparado líneas de guía adecuadas a las normativas locales, de manera que todo proceso sea transparente. Es decir, las pautas para los obispos no es un texto normativo ni ninguna nueva ley sino un manual de instrucciones sobre lo ya resuelto por el Vaticano y nadie dude en aplicarlo.


Lo que ha logrado el Santo Padre con este documento es una forma de impedir que muchos obispos en todo el mundo sigan mirando hacia otro lado alegando falta de información y pruebas inequívocas cuando tienen algún conocimiento de abuso sexual, como ha sucedido durante décadas. También se considerarán los contenidos de las redes sociales, las publicaciones de los medios de comunicación o los rumores porque pueden servir como alerta frente a un posible caso de abuso sexual. Las únicas razones que tendrían los obispos para descartar una denuncia serían si la persona acusada no era clérigo en las fechas del delito o si la presunta víctima no era entonces menor de edad.


Las autoridades de la Iglesia, estén donde estén, tampoco podrán dudar de la especie de un abuso sexual ya que el manual es amplio en la categorización delictiva para encuadrar el ilícito, desde las relaciones sexuales -consentidas o no-, sino también cualquier contacto físico, exhibicionismo, masturbación, producción de pornografía, inducción a la prostitución, conversaciones o propuestas de carácter sexual tanto personal como a través de los sistemas de comunicación.


Con esta ayuda jurídica para no expertos, como dice el Vaticano, les clarifica a los superiores religiosos lo que debe hacer de ahora en más en esta lucha de la Iglesia contra la pederastia y nadie argumente que no supo cómo actuar frente a situaciones aberrantes.