Ante un mundo en ruinas y diezmado por la guerra, en 1948 se propuso convocar a la Primera Asamblea Mundial de la Salud e iniciar una nueva era fundando la OMS para garantizar una salud equitativa a fin de que la humanidad alcance mejores condiciones de vida gracias al acceso a los servicios asistenciales y de servicio fundamentales, con la participación de todos los Estados miembros.


Desde entonces, cada 7 de abril, el organismo dependiente de las Naciones Unidas elige un tema de salud específico a fin de destacar un área prioritaria de interés global. En esta oportunidad se instituye a 2021 como el Año Internacional de los Trabajadores Sanitarios y Asistenciales bajo el lema: "Proteger, invertir, juntos". Se trata de un justo reconocimiento al personal de la salud, el capital humano más calificado que posee la humanidad porque de él depende la calidad y expectativas de vida.


La pandemia de coronavirus que nos afecta no tiene precedentes en los registros históricos por la magnitud de la letalidad y las secuelas de una enfermedad desconocida y difícil de enfrentar. La ciencia médica trabaja denodadamente para crear barreras inmunológicas mientras el virus SARS-CoV-2 hace estragos y pone en jaque a los principios de la OMS de construir un mundo más justo, equitativo y saludable.


En este marco se busca garantizar en todo el mundo la vacunación prioritaria, en los primeros 100 días de este año, para todos los trabajadores de la salud, junto con reconocer y homenajear en este día a todos los profesionales sanitarios y asistenciales víctimas del Covid-19. Es un compromiso de los Estados miembros, de las instituciones financieras internacionales y los asociados bilaterales y filantrópicos integrantes de la OMS.


Hasta diciembre pasado, al cierre del balance anual, 60.145 trabajadores asistenciales y administrativos del sistema de salud argentino, público y privado, contrajeron la enfermedad, con 362 fallecidos desde el 1 de agosto último cuando se actualizó la definición de caso sospechoso en los agentes de la salud, al eliminarse el criterio de residencia o trabajo en zonas de transmisión local del virus.


Quienes luchan en la primera trinchera contra el Covid-19 soportan una situación traumática por un trabajo estresante y abrumador ante retos sanitarios sin precedentes, a veces sin los resguardos necesarios y carentes del equipamiento para recuperar a los infectados. Ese personal recibe el impacto emocional del aislamiento y la ansiedad que lo aleja incluso de su familia por razones de un trabajo peligroso.