El resonante golpe de Estado que tuvo lugar la semana pasada en Birmania y que está generado grandes disturbios por parte de la población que se opone a la toma del gobierno fue un ataque al sistema democrático perpetrado por la misma cúpula de militares que durante más de 50 años ostentó el poder en este país del Sudeste asiático.


A punto de realizarse la primera reunión legislativa, después de las elecciones del 8 de noviembre último en las que el partido gobernante, Liga Nacional para la Democracia (LND), se consagró con el 83% de las bancadas disponibles, los militares encabezados por el jefe del Ejército, el comandante en jefe Min Aung Hlaing, irrumpieron en el gobierno derrocando a la jefa del LND, Daw Aung San Suu Kyi junto al presidente U Win Myint, ministros del Gabinete, los ministros jefes de varias regiones, políticos de la oposición, escritores y activistas.


La estrategia de los militares birmanos, al igual que la de todos los gobiernos dictatoriales, fue evitar que el régimen democrático se consolide en ese país interrumpiendo un proceso con prácticas dictatoriales que han recibido el rechazo y la condena de la comunidad internacional.


Para concretar su cometido los golpistas implementaron una serie de medidas como el encarcelamiento de la líder Aung San Suu Kyi, quien fue acusada por violar una desconocida ley de importación, al decir que poseía al menos diez radios portátiles importados ilegalmente como pretexto de su condena. Otras medidas adoptadas, propias de los gobiernos totalitarios, fue la de suspender la mayoría de las emisiones de televisión, cancelaron todos los vuelos nacionales e internacionales y bloquearon el acceso a internet en todo el ámbito nacional.


Según IDEA (Instituto Internacional para la Democracia), actualmente existen 32 dictaduras en todo el mundo que adoptan distintas variedades y que van desde monarquías absolutas monopolizadas por familias (Arabia Saudí), dictaduras hereditarias (Corea del Norte), dictaduras militares (Tailandia, Mauritania), dictaduras civiles (Bielorrusia, el único país europeo sometido a este régimen), repúblicas socialistas de partido único (Cuba) o democracias fallidas, como Venezuela, Somalia o Libia.


Existe consenso de que estos modelos de gobierno son aprovechados por determinados sectores como instrumento de sometimiento al no respetarse los derechos humanos ni las garantías personales. Tampoco contribuyen con el crecimiento y desarrollo de las comunidades bajo su dominio que, por lo general, quedan postergadas y con una mala calidad de vida.