A pesar de la crisis sanitaria que acapara la atención mediática, los incendios imparables que se viene propagando desde hace dos meses y medio en el Delta del Paraná y otros de similares características en el Valle de Punilla, en Córdoba, sorprenden por su voracidad no obstante los operativos y recursos destinados a controlar las llamas que arrasan bosques y pasturas naturales. En otros lugares del país se suceden siniestros similares, algunos atípicos en época de invierno que debería ser menos propicia para estas anomalías.


El fenómeno es mundial y está íntimamente vinculado al cambio climático en zonas con alto déficit de lluvias, origen de sequías prolongadas y también por la mano del hombre que usa el fuego para ampliar las fronteras agrícolas a costa de arrasar el bosque nativo, como ocurre en Brasil principalmente. No obstante, el caso de California puede sintetizar un fenómeno que crece: en los últimos días en el parque nacional Valley Death se registró una temperatura récord de casi 55 grados a la sombra, la mayor de los últimos 90 años desde que se tienen registros.


Los violentos incendios forestales californianos son históricos por imparables, alcanzando unas 530.000 hectáreas hasta llegar a áreas residenciales de las que se evacuaron 200.000 personas y tras tomar drásticas decisiones como qué lugares salvar y cuáles no. Pero también sorprenden los incendios forestales de magnitud en Australia, España, Grecia, Suecia, Portugal y Túnez, para citar los más impactantes y todos relacionados con la sequedad de los suelos donde la hojarasca se transforma en un poderoso detonante.


Salvando las distancias, los sanjuaninos sabemos cómo los vientos zonda actúan como combustible en los incendios de pasturas y ese potencial de ráfagas con humedad cero alimenta las llamas. Es decir, la lógica de un fenómeno puntual en esta región se agiganta en otros puntos del planeta pero cada vez más prolongada, y sin lugar a dudas debido al calentamiento global con olas de altas temperaturas cada vez más frecuentes según coinciden los climatólogos.


En la Argentina la ley 26.815 creó el Sistema Federal de Manejo del Fuego que divide al país en áreas operativas y cuentan con equipos aéreos y terrestres para actuar en forma coordinada por los organismos nacionales, provinciales y municipales involucrados en el plan. Como en todas las situaciones con riesgos potenciales y tal como lo hacen los bomberos, es necesario repasar estrategias y protocolos y disponer de recursos para afrontar catástrofes de esta magnitud.