La actual tendencia social de abandonar las grandes urbes para radicarse en lugares apacibles junto a la naturaleza, es una migración inversa impulsada por la pandemia que cambió actividades y estilos de vida totalmente opuestas a las motivaciones de quienes llegaron a las ciudades más populosas para ser parte de un futuro de prosperidad, no siempre asociado a la felicidad. Las grandes ciudades ocupan sólo el 2% del territorio del planeta pero concentran más de la mitad de la población mundial y Argentina tiene un 92% entre los países con más alta urbanización.


Las oportunidades laborales, educativas, deportivas, culturales y recreativas llevaron a una corriente migratoria desde el interior a la Capital Federal, por ejemplo, de todas las clases sociales, y con suerte diferente en muchos casos, por frustraciones que la realidad no logró desandar y tampoco posibilitar el camino inverso. El despoblamiento del campo ha sido una constante con pueblos agonizantes por el éxodo de la juventud y agravado desde el levantamiento de ramales ferroviarios que les dieron vida a muchos distritos.


El impacto de la emergencia sanitaria, con rígido aislamiento social, cambió las rutinas y la gente se sintió atrapada en las grandes ciudades con un horizonte incierto porque nada será igual aunque la vacuna, todavía en proceso, contenga al virus. El confinamiento, además, reveló la posibilidad de trabajar y estudiar a distancia y en este contexto las miradas hacia pequeños pueblos a fin de desprenderse de la asfixia mundana e iniciar otras actividades con mejor calidad de vida.


No se trata de utopías sino de hechos concretos revelados por firmas inmobiliarias porteñas y rosarinas que buscan ubicar a interesados con este perfil en localidades de provincias con buena conectividad para seguir con los enlaces online, aun resignando las comodidades de la ciudad. La traumática experiencia de la cuarentena motiva el borrón y cuenta nueva, incluso con nuevos emprendimientos productivos adecuados al lugar, para lo cual una fundación ha creado un programa de migración ordenada a la inversa.


Esta expectativa de repoblamiento rural debe ser aprovechada por provincias y municipios a fin de dotar a las pequeñas comunidades de servicios básicos, y fundamentalmente de Internet, ya que la red es una prioridad dentro de una infraestructura para una migración sostenible. El extenso territorio nacional es propicio para este éxodo urbano permitiendo establecer una actividad productiva y lejos del encierro entre cuatro paredes.