La reciente cumbre del clima convocada por las Naciones Unidas en Nueva York para revisar las acciones que se realizan en el mundo para frenar las emisiones de gases de efecto invernadero, a fin de cumplir con los objetivos del Acuerdo de París de 2015, ha concluido con una reprobación de la opinión pública mundial. Esta vez fueron unos 70 países, a diferencia de los 200 Estados miembros que estuvieron en la capital francesa hace cuatro años, una cifra que lo dice todo.


El pacto climático inicial establece que todas las naciones deben reducir las emisiones para que el aumento de la temperatura del planeta quede por debajo de los 2 grados centígrados con respecto a los niveles preindustriales y si es posible con menos de 1,5 grados. Pero como se ha señalado en la ONU, la Tierra ya aumentó un grado y los planes de recorte son insuficientes. De seguir así se llegará a fin de siglo con más de 3 grados, por lo que se necesita ahora intensificar los esfuerzos entre tres y cinco veces de lo proyectado.


Si bien todos los gobiernos del mundo son responsables del desequilibrio climático, hay grandes diferencias entre los contaminantes. Sólo la Unión Europea, Estados Unidos y la India acumulan cerca del 60% de todas las emisiones de efecto invernadero, en tanto Rusia, el quinto emisor mundial anunció en esta cumbre su adhesión total al Acuerdo de París. Más grave todavía son las deserciones, como las de EEUU que renunció al llegar Donald Trump a la Casa Blanca y el relajamiento chino por la guerra comercial con Norteamérica.


Quedan 77 países comprometidos, pero a diferencia de las cumbres anteriores, se sumaron en Nueva York 10 gobiernos regionales, 102 ciudades, 93 empresas y 12 grupos inversores. La realidad climática y la urgencia en cumplir con las metas también se han potenciado con las protestas de jóvenes en todo el mundo y con la cara más visible de estos movimientos populares en el seno de la ONU: la activista sueca Greta Thunberg. La presión juvenil y de organizaciones ecologistas tiene un efecto inesperado al igual que la participación de la actividad privada en esta emergencia.


Como ha dicho el secretario general de la organización internacional, António Guterres, en la apertura del encuentro, esta cumbre no fue citada "para venir a hablar, a negociar, porque no se negocia con la naturaleza''. Es que la pasividad de los gobernantes está pasando factura a la humanidad y se observa con las violentas alteraciones meteorológicas y los desastres que generan.