En la medida que nuestra sociedad no pueda controlar la intolerancia y confunda la libertad de expresión con el agravio personal o el avasallamiento en distintos ámbitos, será muy difícil avanzar en el proceso de pacificación, tan necesario para que el país encuentre el camino de crecimiento económico y social que tanto se anhela. Es un hecho que los agravios se dan en todos los niveles y que su origen está en lo más profundo de la constitución de nuestra sociedad, donde se deben impartir los valores morales que rigen el comportamiento de los individuos.

La falta de respeto hacia los mayores y hacia la autoridad es una de esas falencias, que nace en aquellos hogares en los que la indisciplina o las buenas costumbres no son forjadas como prioridad. Primero los padres y luego los docentes deben ser quienes inculquen en niños y adolescentes la conducta de respetar la jerarquía en los distintos ámbitos en que se desarrolla su vida diaria.

Los hechos políticos ocurridos el viernes último en el partido bonaerense de Tigre, con los abucheos al presidente Mauricio Macri y a la gobernadora de Buenos Aires, María Eugenia Vidal; las agresiones en la ex Esma, al ministro de Justicia, Germán Garavano, y los golpes recibidos por el abogado de Cristina Kirchner, Gregorio Dalbón, de parte de un taxista que lo increpó por su actividad, son muestras de que hay sectores que quieren imponer con prepotencia sus ideas. Libertad de expresión o derecho a manifestarse no tienen nada que ver con la actitud de desconocer los valores democráticos imperantes.

Se puede estar de acuerdo o no con las medidas que instrumenten las autoridades de gobierno, pero es inadmisible que se utilicen métodos intimidatorios o agresivos para expresar ese descontento,
como los cortes de ruta a los que habitualmente recurren movimientos sociales acostumbrados a esta práctica.
El sistema democrático de gobierno, en el que se basa nuestro estilo de vida, ofrece distintas alternativas para que todos los sectores tengan la posibilidad de manifestarse y promover correcciones en las decisiones, como ocurrió recientemente con el tema de las pensiones por discapacidad.

Se debe dar paso al diálogo y el consenso, en el marco del respeto, inculcando este comportamiento en las nuevas generaciones de argentinos.