La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) cumple sus 70 años de vida envuelta en una dura polémica de los principales aliados que la integran, Estados Unidos, Francia, Alemania y el Reino Unido, con más improperios que se potencian desde los últimos tres años por el disgusto de sus socios. Todo en una interna que se tensa bajo el interrogante: ¿qué hacemos con esta imponente y extremadamente costosa estructura estratégica de defensa?


Las profundas diferencias entre los aliados son propias de una alianza que se quedó en el tiempo, porque su objetivo geoestratégico fue luchar contra enemigos que ya no existen como el comunismo y en particular los avances de la desaparecida Unión Soviética. La gestión del siglo XX es incompatible con la realidad actual y la conducción del organismo, en manos del secretario general, el noruego Jens Stoltenberg se ha visto desbordada poniendo en duda su capacidad de liderazgo.


La OTAN ya sufrió su primera crisis de identidad tras el fin de la guerra fría y dispuso una reestructuración operativa intentando adaptarse a las nuevas necesidades de defensa de sus miembros. De los 64 cuarteles generales de 1971 pasó a 7 en 2007 y de 24.000 miembros activos a sólo 7.000 en el mismo lapso. Pero esta reconversión no vino acompañada de una revisión de los principios básicos, que sigue orientada a la defensa mutua en caso de una agresión militar por parte de un tercer país.


 Por la falta de adaptación a las verdaderas amenazas del siglo XXI ha desencadenado la actual crisis de identidad que para el presidente de Francia, Emmanuel Macron, se trata de una "muerte cerebral". El mandatario galo reclama que se declare al terrorismo como enemigo común en el planteo estratégico sin prescindir de la Alianza ya que a su juicio Europa no puede defenderse por sí sola.


También está la cuestión financiera y en este punto interviene Donald Trump acusando de morosos a los países que no llegan al 2% en sus gastos de defensa y apremió a sus socios a elevar el presupuesto al 4% entre otras discrepancias y dardos directos a Macron advirtiendo que Francia es la nación que más necesita de la OTAN en momentos en que el terrorismo, y en particular los excombatientes del ISIS, son franceses y están de vuelta.


Como si fuesen pocas las desinteligencias está el díscolo presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, que no sólo actúa por su cuenta y riesgo como en la intervención en Siria, sino por adquirir el sistema ruso de defensa antiaérea S-400 en una grave decisión unilateral y dando la espalda a los suministros norteamericanos o europeos, compatibles con el poder de fuego de la OTAN.