Lo que no se logró durante décadas por los canales institucionales y diplomáticos para alcanzar acuerdos comerciales abriendo nuevos mercados de ultramar, los impone ahora la guerra por la invasión de Rusia a Ucrania, ante la falta de insumos provenientes de la nación atacada, tradicional proveedora. La Argentina es la principal alternativa y Francia y España piden a la Unión Europea no sólo abrir este nuevo canal importador sino también aceptar granos genéticamente modificados.


La Confederación Española de Fabricantes de Alimentos Compuestos para Animales pidió concretamente importar cereales de Argentina, Estados Unidos y Canadá, señalando que en nuestro país hay disponibles 7,5 millones de toneladas de maíz, a las que se sumarán a fin de este mes otros 15,4 y 100.000 toneladas de semillas de girasol, cantidades suficientes para cubrir las necesidades industriales españolas del rubro.


Francia, que no aceptaba negociar con el Mercosur, mira ahora con buenos ojos las posibilidades sudamericanas para reemplazar las importaciones desde Ucrania, el cuarto productor mundial de alimentos. El presidente de la nación atacada, Volodimir Zelenski, prohibió hasta fin de año las ventas externas de trigo, centeno, cebada, mijo, azúcar, sal y carne debido a la situación humanitaria.


Por la mejora de los precios internacionales las ventas agrícolas argentinas superarán los 40.000 millones de dólares a pesar de la sequía, con U$S 2.800 millones más sobre las exportaciones del año pasado, según informó la Bolsa de Cereales de Buenos Aires.


Esto vale una reflexión frente a los enemigos ideológicos del productor rural. El campo argentino, además de traer los dólares genuinos que necesita la economía del país, aportó el año pasado en impuestos al Estado nacional unos 15.000 millones de la divisa estadounidense y ahora, gracias a las mejoras en los precios internacionales, contribuirá con U$S 16.053 millones por retenciones y otras cargas fiscales.


La demanda europea de alimentos debe manejarse muy bien políticamente para lograr acuerdos más allá de la coyuntura, lograr levantar barreras a los cultivos genéticamente modificados, y evitar que un escenario externo favorable repercuta negativamente en los precios internos de alimentos, con mayor inflación.