El dólar se ha consolidado como un punto de inflexión en la crisis económica del país como consecuencia de la cultura del ahorrista argentino, que durante décadas viene impidiendo sanear el mercado cambiario y obligando a las autoridades a profundizar el "cepo" para evitar males mayores con impacto en todos los sectores de la vida nacional. Los que atesoran los billetes verdes crearon la paradoja argentina: no hay dólares en el mercado pero se estima que en poder de los privados existen unos 400.000 millones en el "colchón", más los que colocaron fuera del país.


Con semejante cifras las reservas del Banco Central están amenazadas al igual que cualquier plan de reactivación que intente el Gobierno nacional y es un problema creciente impulsado por los compradores con un promedio de un millón mensual de los que acceden a los U$S 200 autorizados. Las expectativas de los bancos estuvieron acertadas ante un volumen de compras al terminar agosto de alrededor de 1.000 millones del billete norteamericano.


Se trata de un serio dolor de cabeza para la conducción económica ya que si se profundizan las restricciones cambiarias la gente se pasará al "blue" de venta libre informal y con ello la brecha con el oficial será más grande todavía. Es que la mayor tendencia de comprar dólares para resguardarse de la incertidumbre pospandemia, con inflación incalculable por la emisión incontrolada, hará añicos al peso por fracasar toda contención, comenzando por los plazos fijos con altas tasas de interés. Por eso el regreso a la flotación del dólar en el mercado cambiario seguirá siendo una utopía, incluso para las nuevas generaciones.


El costo político del dólar es altísimo para cualquier gobierno que haya intentado corregir el acostumbramiento de relacionar con el dólar todo lo que nos rodea. El propio Alberto Fernández tropezó en la misma piedra que sus antecesores, prometiendo en la campaña que de ninguna manera pensaba en imponer cepo al dólar si llegaba a la presidencia. Ya en la Casa Rosada la realidad lo hizo girar en redondo y contradijo su promesa electoral ante la necesidad de preservar las pocas reservas y la estabilidad de su gobierno.


Los tecnócratas sostienen que todo se solucionaría fomentando las exportaciones para el ingreso de divisas, pero un productor sojero recibe 49 pesos por dólar, un tercio del informal, y ninguna política lo estimula bajando las retenciones a sus ventas externas aunque tenga insumos dolarizados.