En la visita realizada a Holanda por el presidente Mauricio Macri, el concepto de "diálogo social'' o "cultura del diálogo'' adquirió especial significación. Se pudo comprobar, cómo en ese país europeo los espacios de diálogo multisectorial han alcanzado un desarrollo, con buenos resultados vinculados a la convivencia social, algo que en nuestra nación urge conseguir y por lo que habrá que trabajar arduamente. 


El modelo de "diálogo social'' de Holanda, implementado desde 1950 con el objeto de resolver controversias económicas y sociales, ha posibilitado que sindicatos y empresarios acordaran diversos temas comunes, con la intermediación de expertos, líderes de ONG y miembros del gobierno. 


El denominado Consejo Económico y Social holandés fue creado después de la segunda guerra mundial pero recién definió un aspecto delicado en 1982, cuando fue convocado para poner fin a una serie de huelgas sindicales vinculadas con la izquierda política. Ese conflicto estaba afectando al comercio, eje fundamental del desarrollo de la que hoy es la quinta potencia económica de Europa. A partir de esa intervención los sindicatos moderaron sus exigencias, a cambio de una política más activa de beneficios, jubilaciones anticipadas y una jornada laboral reducida. En la actualidad muchos holandeses trabajan cuatro días a la semana y hay mucho teletrabajo, incluso en el empleo público. 


El Consejo está integrado por 33 miembros, de los sindicatos, las empresas y del gobierno en partes iguales. Su misión es la de crear consensos sobre cuestiones sociales y económicas y sus resoluciones tienen peso al sancionarse leyes del Parlamento y normas de gobierno. Generalmente, las reuniones para definir diversos aspectos se hacen una vez al mes, aunque de ser necesario pueden ser mas frecuentes. La ventaja es que en Holanda se trabaja con algunas variables impensadas en Argentina como que solo el 10% de los empleados "blanqueados'' son públicos, y la desocupación alcanza el 5 por ciento. 


Sería bueno que los sindicatos argentinos conozcan este modelo y dejaran de lado los cotidianas presiones al Gobierno, para dar paso a una cultura del diálogo que tanto nos está haciendo falta.