La protección del bosque nativo es un tema polémico por estar asociado a grandes intereses económicos y a la propia subsistencia de pueblos sin otros recursos naturales.
Pero si no se frena la deforestación global ningún compromiso destinado a atenuar el desastre climático será efectivo sin los pulmones verdes del planeta como reservorios de vida.
En los últimos 25 años la tierra ha perdido casi 130 millones de hectáreas de bosques como consecuencia de las erradicaciones para dar lugar a desarrollos agrícolas y madereros y por incendios forestales y urbanizaciones.
Sin embargo, recientes informes de la FAO, el organismo de las Naciones Unidas para la agricultura y la alimentación, señalan una desaceleración de las talas masivas en la última década.
Dice que hubo avances significativos en los planes de recuperación de los bosques gracias a la reforestación en China, Estados Unidos y la Unión Europea, pero hay países mucho más comprometidos porque tienen en sus territorios las principales reservas arbóreas de la Tierra y están muy retrasados en sus políticas de preservación, como Brasil, Indonesia, África e incluso Argentina, pese a que proteger al bosque es la opción menos costosa contra los efectos del cambio climático.
Por eso, si nuestro país no pone un empeño decisivo para la protección y reforestación del monte natural, no podrá cumplir con los compromisos del Acuerdo de París no obstante los alcances del plan nacional de energías renovables que el Gobierno puso en marcha para alcanzar el 20% de la generación eléctrica en 2025.
Para tener una idea de la gravedad de la deforestación, los estudios precisan que la degradación del bosque produce un 17% de las emisiones de carbono sobre las que genera el transporte, que llega a un 13% a nivel mundial.
Para el subsecretario de Cambio Climático y Desarrollo Sustentable de la Nación, Carlos Gentile, se trata de un tema decisivo que se debe encarar seriamente, para lo cual se pidió a las provincias los proyectos de reforestación y se trabaja con el ministerio de Agricultura en proyectos silvopastoriles para revertir el avance indiscriminado contra el bosque nativo.
Cualquier decisión geopolítica en materia de cambio climático implica políticas de Estado nacional y provincial, con la asignación de los recursos que reclama la emergencia del hábitat global.
