La Argentina registró en 2018 la marca histórica de más de 700 donantes de órganos, permitiendo que 1.681 pacientes en la lista nacional de espera puedan acceder a un trasplante para permitirle seguir con vida o mejorar sustancialmente su salud. Este avance sobre los 630 donantes que hubo en 2012 se debe en gran medida a la nueva Ley 27.447 de Trasplante de Órganos, Tejidos y Células, aprobada en agosto último por unanimidad en el Congreso, lo que posibilita agilizar y simplificar estos procesos médicos.


De esta forma, nuestro país alcanzó la tasa de 15,75 donantes por millón de habitantes, la cifra más alta de su historia hospitalaria; una respuesta de gran sensibilidad social canalizada por profesionales y técnicos de la salud pertenecientes a 230 establecimientos hospitalarios de 24 provincias, el 74% del área de la salud pública. El 60% de los procesos fueron de donación multiorgánicos, incluyendo 1.233 trasplantes de córneas.


En esta oportunidad se ha destacado el trabajo de los organismos provinciales de procuración y de las instalaciones sanitarias locales, que han posibilitado actuar con rapidez y eficiencia frente a la urgencia que requiere el sistema. Pero, ante todo, debe recordarse que sin donantes no hay trasplantes y el punto de partida de la estadística es la sensibilidad social que la motoriza porque logra crear conciencia en la población.


Este cambio trascendente lo impulsó Justina Lo Cane, la nena de 12 años que falleció en noviembre de 2017, tras esperar el corazón que necesitaba de un donante compatible y que nunca llegó. "Ya no pidas por mi corazón, ayudemos a todos los que podamos", le dijo la niña a su papá mientras pasaba el tiempo en espera, y dio lugar a una lucha de su familia que, además, era igual a la desesperante ansiedad de muchos argentinos aguardando un donante.


Fue el punto de inflexión que disparó las estadísticas, observan los médicos, porque no tiene otra explicación la reacción social para inscribirse en el registro de donantes, luego de la frustración de la pequeña y la vigencia de la "Ley Justina", que entre otros aspectos contempla que "todas las personas son donantes de órganos, salvo que hubieran expresado su voluntad contraria.'' Es decir que ahora los familiares de quien exprese su voluntad no podrán oponerse a una ablación. Esto marca un antes y un después en la donación de órganos.


Ojalá que el legado de Justina cambie la historia para que la medicina moderna con todos los recursos que posee, pueda terminar con el sufrimiento de los pacientes y darles mejores condiciones de vida gracias a un trasplante.