En Venezuela se produjo un histórico conflicto de poderes, tal vez único por atípico y con derivaciones políticas impredecibles. Nicolás Maduro prestó juramento el 10 del corriente como nuevo presidente de la nación caribeña para continuar con un mandato calificado de ilegítimo por la forma de pretender perpetuarse en el poder. Por eso tuvo un amplio rechazo internacional, incluyendo a la OEA y a la Unión Europea, que no reconocen el continuismo dictatorial.


Un día después, el titular de la Asamblea Legislativa, Juan Guaidó, se declaró presidente venezolano encargado, por aplicación del artículo 233 de la Constitución del país, al que sólo le falta juramentar y tomar posesión del Gobierno como jefe de Estado. Para los constitucionalistas y analistas políticos no cabe duda de que el joven legislador de la oposición proscripta es el presidente legítimo.


Así lo ha interpretado la mayoría de las embajadas en Caracas y la OEA, ofreciéndole también apoyo y asilo político si lo llegara a necesitar luego del intento de detención por parte de los servicios secretos de Maduro. Pero Guaidó, como titular del Parlamento y designado presidente constitucional, también es comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, las que deberían optar por seguir los dictados de la ley o subordinarse políticamente al jefe de la Revolución Bolivariana.


Maduro entró en la dictadura al declarar en "desacato" a la Asamblea Nacional a pesar que los representantes resultaron electos por voluntad popular, y desconoció el papel de la oposición que es mayoría en el Parlamento. Por eso juró el cargo ante el Tribunal Supremo de Justicia, cuyos miembros le responden tras una serie de cambios ideológicos para avalar los sucesivos atropellos a la democracia.


Guaidó dio a conocer que "asumió las competencias de la Presidencia de la República", mientras se apresta a convocar a un proceso de elecciones libres y transparentes que faciliten una transición pacífica y democrática, pero mientras eso ocurra, el gran interrogante es quién está gobernando Venezuela.


Venezuela vive momentos dramáticos con un colapso social sin precedentes por efecto de una economía en ruinas, con la inflación más alta del mundo y el mayor éxodo poblacional del continente. La comunidad internacional en su mayoría desconoce a Maduro como presidente y sólo pide la solidaridad latinoamericana para recibir al flujo de refugiados que huye de las consecuencias devastadoras de la revolución chavista.