La paralización de la actividad económica por la pandemia, más los enfrentamientos por niveles de producción, crearon una tormenta perfecta en la industria del petróleo desatando una crisis histórica reflejada en la cotización negativa del precio del barril de crudo. El mercado devastado por una caída del 90% a nivel mundial, obligado por el aislamiento social, representa un golpe letal a las petroleras sin capacidad de almacenaje que prefieren desprenderse del fluido sin precio para no cerrar los pozos.

La historia del colapso comenzó a principios de marzo con el enfrentamiento de Rusia y Arabia Saudita al no ponerse de acuerdo con reducir los niveles de producción ante los valores en baja y luego vino el golpe de gracia del coronavirus. La situación caótica se observa en el derrumbe del 300% con precio negativo de los contratos para entrega en mayo venidero con la referencia de la cotización en EEUU reflejo de una oferta sin tener demanda. Hasta el mes pasado el sector había despedido a 51.000 empleados, una cifra que se elevaría considerablemente al finalizar abril.

El rescate del quebranto masivo de las compañías independientes tiene varias alternativas políticas, caso de Washington que prevé comprar el petróleo bajo tierra, es decir pagarlo sin extraerlo, para sumarlo a las reservas estratégicas estadounidenses, mientras se desconoce la actitud que adoptará la industria del petróleo y gas de Medio Oriente y Rusia con idénticos problemas de comercialización. A estas expectativas se suman las de los consumidores que esperan una caída sin precedentes en el surtidor, punto final de las fluctuaciones del precio de los combustibles.

Lo seguro es que esos valores de la oferta global no repercutirán en la Argentina por el "barril criollo" con un precio fijo de 45 dólares, por la política de subsidio a las provincias petroleras que hacen sus presupuestos anuales en base a estos ingresos y también mantener la rentabilidad de las petroleras locales, protegiendo a Vaca Muerta y la estabilidad de más de 130.000 trabajadores del sector. Debe recordarse, además, que cada litro de combustible tiene un componente impositivo de casi el 50% en surtidor.

En definitiva, la hecatombe petrolera mundial no incidirá en absoluto en nuestro mercado interno por la incidencia del barrio criollo. Tal vez el consuelo para los consumidores sea que los precios se mantengan congelados por un buen tiempo, salvo que por culpa del Covid-19 se eche mano al fácil recurso fiscal impulsado por las emergencias cíclicas.