Una enorme multiplicidad de factores entran en juego en la vida de una nación. Por la lógica imposibilidad de que todos compatibilicen armónicamente, resulta inevitable que surjan problemas de índole diversa. Es por eso que existen, en toda organización nacional, una nutrida heterogeneidad de estamentos para solucionar tales problemas, e inclusive anticiparse a ellos, que es la forma de dar pasos hacia el progreso. Pero para alcanzar una solución, cualquiera fuese el inconveniente que la reclame, es clave el diálogo, porque esta es la forma en que la humanidad acuerda cómo sumar esfuerzos. En la Grecia antigua habían identificado el concepto de "logos" con el de "razón". Es por ello que dia-logo es, precisamente, razonar de a dos o más personas.
Resulta evidente que en Argentina se ha ido reduciendo el ejercicio del diálogo, para dar lugar a la discusión, es decir a la contienda verbal. En estos casos parecería no importar nada más que el predominio sonoro, más allá de toda sensatez. Ciertamente que este tipo de interacción no es portadora de soluciones de ninguna clase. Tal vez por haberse extendido de manera viral este lamentable proceder, es que la Argentina se ha ido alejando de las soluciones, mientras multiplica sus problemas.
Hace unos años que este improductivo, omnipresente y eterno pugilato verbal, quedó enmarcado bajo la denominación de "la grieta". Son numerosas las voces que claman su superación, porque muy probablemente identifican a la falta de diálogo como uno de los males del país. Ahora bien, como solución se propone "ponerse de acuerdo" o "buscar coincidencias". En realidad, si se ingresara en una monocromía ideológica y conceptual, las soluciones no podrían ser alcanzadas. Es necesario, siempre, el nutrir la actividad humana con intercambios conceptuales, inclusive de orígenes dispares.
De lo que se trata en realidad la denominada "grieta", no es de puntos de vistas discordantes, sino de falta de respeto y de insolencia. Porque el cariz que han adoptado las discusiones que han reemplazado al diálogo en la Argentina, es lo que en lógica se conoce como el argumento "ad hominem". Es decir, ir "en contra del hombre", en vez de la oposición a un argumento. Un caso típico lo deja en claro: si alguien resuelve emitir una opinión sobre política, deportes o lo que fuere, lo más probable es que se haga acreedor de una copiosa colección de adjetivos poco favorables sobre su persona, no sobre su argumento. Esto es la grieta, descalificación, no oposición.
Se hace evidente que la única forma de recuperar el diálogo, fundamental para poder coexistir como sociedad, es retomar algunos preceptos básicos de la sana convivencia, de la urbanidad y de la buena educación.
